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Chile: ¿el socialismo sin la revolución?

category bolivia / peru / ecuador / chile | historia del anarquismo | debate author Thursday November 03, 2011 06:13author by Georges Fontenis Report this post to the editors

Sólo cuando los trabajadores tomen en sus propias manos su lucha (las ocupaciones de fábricas y de tierras son un inicio) y en relación con los trabajadores de los otros países (único medio de vencer el sub-desarrollo), se podrá esperar derrocar a la vez al imperialismo estadounidense y a la burguesía nacional que se sirve actualmente de ellos. Pero no es del modo actual como establecerán su propio poder.
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El pasado 29 de abril, el diario «Le Monde» titulaba: «los militares dejan el ministerio chileno». Esta salida de los militares está relacionada, sin duda alguna, con los resultados de las últimas elecciones, que han mostrado un ligero avance de la Unidad Popular, con 43% de los votos.

Si, después de las múltiples crisis sufridas por el gobierno de Allende (huelga de los camioneros y comerciantes en septiembre-octubre pasados, carestía de la vida…), la situación parece más favorable, esto no quiere decir que las dificultades han desaparecido.

Chile, un país sub-desarrollado siempre dominado por el imperialismo

La principal riqueza industrial de Chile es el cobre. Monopolizado desde 1920 por el grupo estadounidense Morgan, ha permitido el crecimiento del potencial de los EE.UU., utilizado entre otros en Viêt-Nam.

En este país sub-desarrollado, la Unidad Popular, llegada al gobierno al final de 1970, pretende instaurar poco a poco el socialismo por la vía pacífica. Y, para ello, la única arma de la que se ha dotado Allende es el uso de medios legales: utilización de las «buenas leyes» que ya existen en el arsenal legislativo; utilización desviada de otras leyes ya votadas; puesta en aplicación rápida de la ley de reforma agraria que ya existía.

Los principales objetivos de la Unidad Popular son la nacionalización de los sectores clave de la economía (nacionalización prevista en forma de compra y no de expropiación), con miras a intentar un desarrollo de la economía nacional que permita a Chile liberarse poco a poco de la tutela estadounidense.

Pero esto no se hace sin choques.

La Unidad Popular: un callejón sin salida

Las múltiples dificultades con las que se ha topado hasta ahora el gobierno Allende demuestran que éste no tiene libertad de movimiento:

- En el exterior, el imperialista EEUU no se queda como sencillo espectador. Las empresas estadounidenses que poseían las minas de cobre han provocado sabotajes voluntarios de la explotación de estas minas a partir del momento en que han sentido amenazas a su monopolio. Recordemos el embargo de la Kennecott sobre un cargamento de cobre chileno, realizado el otoño pasado con el apoyo del gobierno francés. Los EEUU intentan también dividir a los trabajadores chilenos, al crear, en ciertos sectores, una aristocracia obrera cuyo comportamiento reaccionario y corporatista sirve los intereses norte-americanos. De esta manera, antes de la nacionalización de la mina de Chuquicamata, los mineros eran pagados por los estadounidenses 10 veces más que en los otros sectores. Ocurre lo mismo actualmente en las fábricas que pertenecen a un miembro de la oposición de derecha. Los EEUU intervienen también en un plano directamente político: han intentado impedir la elección de Allende y ayudar a un golpe de Estado de un general de extrema derecha; intentan crear el caos económico; comandos violentos de extrema derecha son entrenados en Bolivia…

- En el interior, la Unidad Popular está bloqueada entre las presiones de los trabajadores, que en ciertos casos toman ellos mismos la iniciativa de ocupar fábricas y tierras, y las intentonas de sabotaje económico organizadas por la derecha (sabotaje tanto más fácil si es que hay escasez): mercado negro que permite a los ricos evitar el racionamiento de los productos de primera necesidad  contrabando a gran escala (los propietarios de los camiones transportan desde Chile productos que compran a bajo precio – los precios están limitados en Chile – para venderlos dos o tres veces más caro en Perú y en Bolivia).

La Unidad Popular: un gobierno burgués

¿Como reacciona la Unidad Popular a esta situación? En octubre de 1972, el presidente Allende a confiado a un militar, el general Prats, la dirección del gobierno. Después de la huelga de los camioneros de septiembre-octubre pasados, el gobierno ha terminado por ceder a los empresarios del transporte, que viven del contrabando, renunciando a crear en un plazo previsible una compañía de transportes nacionalizada. La mayoría de las nacionalizaciones se han hecho por vía de compra o de indemnización.

Así, frente a una de las burguesías más reaccionarias y pro-EEUU, el gobierno capitula.

¿Y frente a las presiones de los trabajadores? La pasada primavera, después de altercados entre la policía y los habitantes de la población Lo Hermida, dos auto-ametralladoras toman posición en el barrio, llaman a los habitantes a salir para «apoyar a la Unidad Popular amenazada» y entonces abren fuego. Resultado: 4 muertos y 15 heridos.

En provincias, 35% de la mano de obra agrícola no encuentra donde trabajar y los propietarios sabotean la producción. En respuesta, los campesinos han intentado ocupar tierras. Pero Allende les contesta que «ocupar tierras es violar un derecho»; y desde algún tiempo, toda ocupación de tierra o de fábrica está prohibida.

En cuanto a los trabajadores, trabajan duro… pero no para ellos mismos. La batalla de la producción se ha entablado… para demostrar la superioridad del sector nacionalizado y para permitir que el Estado chileno indemnice a los patronos de las empresas privadas !

Así, la Unidad Popular no es el gobierno de los trabajadores, ni es incluso un gobierno que se da como objetivo el establecimiento del socialismo.

Chile es un país sub-desarrollado, saqueado por el imperialismo estadounidense. La Unidad Popular representa los intereses de una capa social que aspira a constituir una verdadera burguesía nacional, que intenta desarrollar una economía nacional próspera para poder tomar sus distancias con respecto al imperialismo de los EE.UU. Y para ello, esta capa social utiliza las ilusiones creadas en la mente de los trabajadores (pretende ser de izquierdas, se promete el socialismo) y les obliga a trabajar duro a cambio de algunas migajas suplementarias.

Pero como en todos los países saqueados por el imperialismo, la burguesía nacional no ha realizado la acumulación necesaria para la edificación de una economía próspera. Por esto la experiencia no puede ser más que un fracaso. La presencia constante del imperialismo en Chile, sus medios de presión enormes, están ahí para demostrarlo. E incluso si Chile llegase a limitar o a eliminar la tutela del imperialismo estadounidense, no por ello vencería el sub-desarrollo y se vería obligado a cambiar de «protector»1.

En cuanto a los trabajadores, no tienen nada que esperar de este gobierno. Las últimas elecciones han demostrado que la gran mayoría de los trabajadores no está dispuesta a ceder al chantaje de la derecha; que apoyan, a pesar de las dificultades, a un gobierno que parece prestarles – un poco más que sus predecesores – atención. Pero esto no basta, pues la Unidad Popular busca el apoyo electoral de los trabajadores, pero no está dispuesta a darles los medios de ejercer el poder.

Sólo cuando los trabajadores tomen en mano ellos mismos su lucha (las ocupaciones de fábricas y de tierras son un inicio) y en relación con los trabajadores de los otros países (único medio de vencer el sub-desarrollo), se podrá esperar derrocar a la vez al imperialismo estadounidense y a la burguesía nacional que se sirve actualmente de ellos. Pero no es del modo actual como establecerán su propio poder.

Traducido del francés por Lorenzo Mejías.

Publicado en «Guerre de classes», n°5, mayo de 1973.

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