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La Revolución Egipcia también tiene rostro de mujer

category África del norte | género | opinión / análisis author Friday July 08, 2011 08:51author by José Antonio Gutiérrez D. Report this post to the editors

No hay revolución sin la participación decidida de las mujeres. El proceso revolucionario abierto en Egipto en Enero, no ha sido la excepción. Durante semanas vimos a las mujeres tomar un rol activo en las protestas callejeras, imágenes que dieron un golpe de gracia a esa visión machacada desde los medios racistas y sexistas occidentales, de una mujer árabe ignorante, pasiva, sumisa.
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La Revolución Egipcia también tiene rostro de mujer

No hay revolución sin la participación decidida de las mujeres. El proceso revolucionario abierto en Egipto en Enero, no ha sido la excepción. Durante semanas vimos a las mujeres tomar un rol activo en las protestas callejeras, imágenes que dieron un golpe de gracia a esa visión machacada desde los medios racistas y sexistas occidentales, de una mujer árabe ignorante, pasiva, sumisa.

Nawla Darwiche y Mona Ezzat son dos compañeras feministas en El Cairo, miembros de la Fundación de la Nueva Mujer. Esta organización nació en El Cairo en 1984 como un espacio de mujeres de izquierda que se sentían discriminadas en sus propios partidos en la clandestinidad. Se conformó primero como un grupo de investigación sobre la situación de la mujer y estudio de género, registrándose como entidad legal en 1991, lo cual no fue fácil por la estigmatización del régimen que puso muchos problemas. En el 2005, con la ola de protestas que se vivió en Egipto, decidieron volcarse del estudio al activismo.

Las mujeres y la discriminación laboral

Como militantes de izquierda, como parte del movimiento popular y como feministas, tanto Nawla como Mona entienden que son las mujeres del sector popular, particularmente las que aparte de sus rutinas domésticas deben cumplir con jornadas laborales, las que se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad y con un mayor peso de esa opresión secular. Nawla nos comenta:

El 30% de los hogares más pobres son capitaneados por mujeres. Hay mucha desigualdad en el trabajo, en las fábricas se paga mucho menos a las mujeres, la mayoría está sin siquiera contrato, sufren mucho acoso sexual… por ejemplo, un caso muy grave de acoso son las enfermeras son vistas como propiedad del doctor. Hay muchos líos con los permisos de maternidad, no hay facilidades para los niños de las mujeres trabajadoras, a veces las mujeres son despedidas apenas se casan. Estamos lanzando una campaña por los derechos laborales de las mujeres, ayudando también a formar sindicatos independientes en industrias que tiene hombres, pero donde existe alta concentración de mujeres.

Esta campaña por los derechos laborales de las mujeres, que fue lanzada este Primero de Mayo en la Plaza Tahrir, se apoya en un arduo trabajo de investigación. El 2007, la Fundación condujo un estudio sobre las condiciones laborales de las mujeres en ciertas industrias con alta concentración laboral femenina, tales como la industria textil, química y de ensamblaje eléctrico, particularmente en las zonas francas. Los resultados, de una muestra de 600 mujeres en esas industrias, fueron reveladores: un 70% de las mujeres ganaban menos de U$50 al mes (del cual un 40% ganaban menos de U$40), muy por debajo de las necesidades más básicas; 3l 22% de las obreras eran menores de edad; el 66% de ellas debía cumplir de manera obligatoria con horas extras, teniendo una jornada de alrededor de 12 horas; el 35% de las obreras en la industria privada no tenían ninguna clase de contrato (en la industria química esta cifra alcanza al 74%); todo esto aparte del extendido acoso sexual, diferencias salariales con sus pares hombres, múltiples problemas de salud relacionados a las condiciones laborales y al hecho de que las mujeres casi nunca son reciben promociones dentro del trabajo.

No es necesario decir que, aunque estos resultados sean del 2007, la realidad ha cambiado poco o nada en el terreno. De hecho, el congelamiento salarial durante varios años, mientras el costo de la vida subía y subía (con el índice del precio de los alimentos subiendo a un ritmo sostenido de más del 30% anual), fue una de las razones del reventón social de Enero. Y las demandas obreras siguen sin ser satisfechas.

La violencia sexual como mecanismo represivo

Pese a todo, las mujeres no se han cruzado de brazos, aceptando en silencio estas injusticias. La irrupción de las mujeres en las luchas populares egipcias no es algo que comenzó el 25 de Enero, sino que han estado desde un comienzo. Las mujeres de la industria textil, en particular, jugaron un rol clave en el ciclo de luchas que terminó por derrocar al dictador en Febrero. En el Delta, en Mahalla, las mujeres tuvieron un rol muy activo en las huelgas que estallaron en el 2006 y que continuaron hasta el 2010. Nos dice Mona: “las mujeres lideraron esas huelgas, y cuando las mujeres estaban en la calle, ¿cómo podrían los hombres permanecer en casa?”. El precio que pagaron con su lucha no fue menor. Aparte del gas lacrimógeno y la violencia policial que tuvieron que aguantar, las dirigentes obreras sufrieron vejámenes sexuales promovidos por las autoridades y la patronal para quebrar la resistencia de las obreras.

Debido a la estigmatización que sufre la mujer víctima de violencia sexual por parte de una sociedad marcadamente patriarcal y machista, la mayoría de estos casos, como es regla universal, no son denunciados. Sin embargo, hay algunas mujeres que se atrevieron a denunciar, cuyos casos nos permiten entender cómo el acoso fue un arma en la lucha de clases. Un caso emblemático es el de las obreras Wedad Demerdash y Ámal al Said, de la industria textil El Kobra, en Mahalla. El 1º de Noviembre del 2008, ellas fueron atacadas frente a sus familias por matones: se les removió el velo, se les golpeó, insultó, manoseó y se amenazó con violarlas si no abandonaban las protestas que realizaban con sus compañeras de trabajo. Un caso parecido ocurrió con obreras de la industria tabacalera El Hennawi, con el agravante de que en este último caso los matones obraron en presencia de la fuerza pública.

También durante las jornadas de protestas iniciadas el 25 de Enero, muchas de las manifestantes de Tahrir denunciaron los véjamenes sexuales a que fueron sometidas por parte de la policía y el ejército. Salwa el Hosseiny, una joven de 20 años denunció torturas eléctricas y golpes cuando fue capturada por un agente de civil el 9 de Marzo. Luego, fue llevada con decenas de otras mujeres a un recinto militar, donde fue desnudada, azotada, su vagina inspeccionada y filmada, en un supuesto “test de virginidad”. La idea de este macabro ejercicio, era acusar a las manifestantes de prostitución. Mientras las mujeres eran “inspeccionadas”, a los soldados se les permitía observar y sacar fotografías personales. El general Amr Iman, en una entrevista con la CNN justificó estos exámenes diciendo que estas muchachas estaban acampadas con hombres y que se trataba de prostitutas.

Estos dos ejemplos son apenas la punta del iceberg de una práctica arraigada en la fuerza pública egipcia, que consiste en utilizar la agresión sexual hacia las mujeres como un mecanismo más de control de la población.

La discriminación nuestra de cada día…

El tema de la violencia sexual y del acoso no es cuestión solamente de momentos de represión, o ejercida por las fuerzas represivas. Como en la mayoría de las sociedades, en Egipto, las mujeres también sobrellevan un nivel constante de agresión sexual en su contra. Esa agresión se respira en todos los rincones de la sociedad, pero está muy enquistado sobre todo en las instituciones,

Trabajamos el tema también de la violencia sexual” dice Nawla “donde los jueces son muy parciales en los casos de violencia o violación. El gobierno para mostrar mano dura con la violación llama a la pena de muerte por este delito, pero nosotras también nos oponemos a la pena de muerte, pero no se nos escucha.”

Se han organizado grupos de seguridad de mujeres en ciertas ocasiones. Antes del referéndum de Marzo, por ejemplo, las mujeres se organizaron para vigilar que no hubiera acoso en los puestos de votación.

Aún cuando sean las mujeres de extracción popular las más vulnerables al acoso y la discriminación, no sólo las mujeres de clase trabajadora enfrentan diversas formas de discriminación: Hay profesiones que se han prohibido a las mujeres, como por ejemplo les está vedado ser juezas en el Consejo de Estado, un organismo similar a la Corte Suprema.

El sexismo es un problema generalizado en toda la sociedad y en todas las clases. Dice Mona: “estamos trabajando con los jóvenes, porque no se trata solamente de cambiar leyes, hay que cambiar la cultura.” Con ese fin en mente, el 13 de Febrero se formó una coordinadora de unas quince organizaciones de mujeres, que buscan hacer fuerza para impulsar los cambios que creen necesarios en la sociedad, empoderar a las mujeres, a la vez que aumentar los niveles de conciencia sobre los temas de género en el conjunto de la sociedad.

Los desafíos de la “transición”

Mientras las mujeres se ganaron un espacio de igualdad en la misma lucha, junto a los hombres, durante las jornadas de Enero y Febrero, los intentos de “normalizar” a Egipto han intentado también asegurar que las relaciones entre los géneros vuelvan a la “normalidad”. La representación de las mujeres en el nuevo régimen de “transición”, así como en los diversos partidos que se han formado después de la caída del dictador, es en realidad pobrísima. Mona expresa su frustración al explicar que las mujeres: “participaron en toda la revolución, con al menos 23 mártires mujeres, aunque sabemos que son muchas más. Las mujeres estuvieron en los puestos de vigilancia durante las protestas, trabajando en las clínicas de campaña, en los enfrentamientos con la policía. Durante estas protestas se enfrentaron la fuerza pública y el lumpen Baltagayyah, matones a sueldo de Mubarak, organizados como bandas de choque fascistas. Las mujeres organizaron los comités populares, cuando la policía se retiró de la calle. Ahora, el régimen de transición discrimina a las mujeres y los partidos de izquierda, a su vez, tampoco toman muy en serio a las mujeres.

Otra fuente de preocupación para las mujeres, es la amenaza que implica, desde su perspectiva, el posible avance de ciertos sectores del islamismo político al poder en las próximas elecciones, pues detrás de las caras respetables de los Hermanos Musulmanes, en ciertos sectores han intentado abrirse espacio las caras más desagradables del salafismo ultra-conservador, que venían en ascenso desde antes de la caída de Mubarak. Dice Mona que “ha habido desde antes de la revolución un cierto avance del islamismo político que está afectando a toda la sociedad completa. Hoy en día, los salafistas quieren quitar a las mujeres ciertos derechos conquistados por ella mediante la lucha, cuando Mubarak aún estaba en el poder, diciendo que había que eliminar el legado político de Mubarak, aún cuando estas conquistas nada tenían que ver con él, eran una victoria nuestra sobre Mubarak”.

Algunas de esas conquistas habían sido pontificadas por el Consejo Nacional de Mujeres, una organización presidida por la esposa de Mubarak, pero que no buscaba ni una participación genuina, ni un empoderamiento genuino de las mujeres. La Coalición de organizaciones de mujeres, desde el principio de las protestas llamó a disolver este Consejo y crear un organismo real, representativo y participativo de las mujeres, limpio de figuras del régimen de Mubarak. Dice Nawla que “durante la dictadura de Mubarak, las mujeres en el parlamento eran las peores, todas ellas, sin excepción, votaron para que Mubarak pudiera re-elegirse de por vida”. Es por ello que esta organización de mujeres que buscan crear, además, debe entender las reivindicaciones de las mujeres como parte de un proceso emancipatorio más amplio, que englobe al conjunto de la sociedad.

La cuestión del velo

En los medios occidentales, frecuentemente se habla del “velo” como el símbolo último de la opresión de la mujer árabe. Tres formas diferentes de velo (burka, niqab y hijab) se meten al mismo saco, cuando transmiten códigos muy diferentes entre sí. Este debate, en las sociedades no musulmanas, se ha dado con gran desconocimiento del complejo universo valórico y cultural del cual el “velo” es tan sólo un elemento, y en países con gran inmigración árabe (como Francia, Holanda, Dinamarca o España), este debate ha adquirido ribetes francamente racistas, apenas disimulados con grandilocuentes y poco convincentes declaraciones sobre los derechos de la mujer. La falta de buena fe en este debate, se evidencia por el hecho de que el gran ausente en éste, son las propias mujeres árabes e inmigrantes.

Nawla nos comenta que “originalmente, el velo es un tema religioso, pero para muchas mujeres se vuelve un tema social, porque portar el velo da libertad para moverse en Egipto, ya que hay barrios populares a los cuales no se puede ingresar sin el velo. Si una quiere trabajar, o estudiar, el velo es una ayuda. El velo puede ayudar a la movilidad social, por ejemplo, cuando tienes escuelas de los Hermanos Musulmanes a las cuales debes asistir, necesariamente, con el velo.

No creemos que el tema del velo, si se debe llevar o no, deba ser impuesto desde arriba. Hay países, como en Túnez, donde una no puede tomarse la foto del pasaporte con velo o donde una no podía ingresar con velo a edificios públicos, y esto es una forma de discriminación particularmente a mujeres de las clases populares. Yo, por ejemplo, opto por no utilizar el velo pero no quiero obligar a ninguna mujer a sacárselo, porque mucha gente, sobretodo en los estratos populares lo ven como parte de su cultura.


Mona, que usa el hijab agrega: “Es importante entender que el velo [ie., hijab, un velo que cubre la cabeza pero no el rostro] no siempre refleja una actitud religiosa de la persona que lo lleva, hay mujeres que usan el velo porque les gusta, otras porque no quieren ser diferentes a sus amigas, otras usan el velo y disfrutan de una cerveza. Otra cosa es el niqab [ie., velo que cubre todo el cuerpo y la mayor parte del rostro, revelando tan sólo los ojos], que sí es religioso, y esas mujeres van a mezquitas especiales a buscar esposos o los buscan en avisos de matrimonios musulmanes.

Más allá de las leyes, hay problemas sociales que no radican en el velo sino en la manera en que se percibe a las mujeres, se las ve como un objeto. Si una mujer es violada, ella es la responsable de lo que le sucedió, muchas veces de protege al victimario. La idea que la mujer es solamente un cuerpo es parte de un discurso ideológico, es parte de una serie de concepciones políticas y de una visión de esa mujer como parte del mercado, porque la mujer tiene su peluquería, tiene sus cafés. El velo es una cosa material, lo peligroso es un complejo sistema de valores en el cual la mujer es vista como un objeto, al que se le debe imponer cómo se viste, si se saca o si se deja el velo. Lo más peligroso no es lo que llevamos sobre la cabeza sino lo que hay en la cabeza. El velo peligroso es el que cubre la mente.


Lo cierto, es que con velo o sin él, las mujeres participaron en la primera fila de las luchas de los últimos cinco años. Con velo o sin él, las mujeres en Egipto están cruzando hoy por un nuevo despertar, un despertar que es parte de la ola de cambios que sacude a todo Egipto. Las mujeres están en marcha por la conquista de la igualdad, de su libertad, de la soberanía sobre sus vidas. Las luchas de Enero constituyen un hito muy importante en esta gran marcha de las mujeres, que es parte de la lucha de todo un pueblo por construir una sociedad en la que haya espacio para todos y todas.

José Antonio Gutiérrez D.
05 de Julio, 2011

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