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Una mirada libertaria a “la rebelión del gas” en Magallanes

category bolivia / peru / ecuador / chile | community struggles | opinión / análisis author Monday February 21, 2011 10:51author by Vladimir Benoit Report this post to the editors

La gran mayoría de los análisis hechos hasta ahora concuerdan con que lo logrado por el pueblo magallánico es un éxito. Lejos de estar en desacuerdo, compartimos la idea de que la movilización vivida por  los nietos de la FOM (Federación Obrera de Magallanes) es una de las movilizaciones más importante que ha sacudido al país desde las protestas de la dictadura militar, lo que las vuelve un punto obligado en la cartografía del rearme del movimiento popular, un hito significativo que promete ser modelo de lucha para lo que vendrá -junto a las movilizaciones pasadas de los sectores estratégicos (minería y forestales), así como la movilizaciones estudiantiles del 2006.
Manifestaciones del 5 de Enero en Punta Arenas.
Manifestaciones del 5 de Enero en Punta Arenas.


Una mirada libertaria a “la rebelión del gas” en Magallanes


La gran mayoría de los análisis hechos hasta ahora concuerdan con que lo logrado por el pueblo magallánico es un éxito. Lejos de estar en desacuerdo, compartimos la idea de que la movilización vivida por  los nietos de la FOM (Federación Obrera de Magallanes) es una de las movilizaciones más importante que ha sacudido al país desde las protestas de la dictadura militar, lo que las vuelve un punto obligado en la cartografía del rearme del movimiento popular, un hito significativo que promete ser modelo de lucha para lo que vendrá -junto a las movilizaciones pasadas de los sectores estratégicos (minería y forestales), así como la movilizaciones estudiantiles del 2006. Por lo tanto, es obligación de los libertarios poner atención en lo que sucede en la llamada “rebelión del gas” y, basándose en una análisis crítico, colocar de manifiesto los conflictos de fondo que aún subyacen en la región, al mismo tiempo que develar la clave para comprender la fisonomía de la movilización nacional. En otras palabras, los conflictos ya nombrados junto al de Magallanes, nos van dando las claves concretas para comprender los movimientos de lucha, permitiendo que los libertarios, como partido, se hagan un espacio real en la lucha popular, aprendiendo cómo es realmente la lucha de clases en Chile. Y es que sin este ejercicio es imposible que el anarquismo cumpla un rol positivo en la lucha por el socialismo.

El conflicto

Los antecedentes del conflicto los podemos encontrar en los mismos compromisos asumidos por el gobierno. Tres meses antes de que se desataran las movilizaciones, Piñera declaró: “Le digo a los magallánicos que no hay nada que temer, porque hay buenas razones para que el precio del gas, que es un elemento tan vital en una región que tiene tantas dificultades y frío, se mantenga en condiciones más favorables para la gente de Magallanes que para el resto del país”. Fueron este tipo de promesas las que le dieron un alto apoyo en la región, en donde obtuvo el 55% del total de los votos el año de su elección (2009) [1]. Sin embargo, los magallánicos recibieron un balde de agua fría cuando, en diciembre del 2010, Enap (Empresa Nacional del Petróleo) anunció un alza de tarifas de un 16,8% en el precio del gas. Obviamente, en una región en donde 300 días al año se vive soportando bajísimas temperaturas, el alza se multiplicaba brutalmente, ya que se trastornan todos los aspectos de la vida diaria de los magallánicos, que ya de por sí es un 25% más cara que en la capital. Frente a este panorama el descontento no se hizo esperar. En un hermoso salto de tigre, el espíritu que alguna vez dio vida a la pequeña Comuna de Puerto Natales[2], dirigida por la FOM, re-emerge en una de las protestas populares más significativa de los últimos 30 años[3].

Las movilizaciones partieron el 11 de enero bajo la dirección de la “Asamblea Ciudadana de Magallanes” (ACM), la que ya existía hace unos dos meses y cuya composición era muy similar a la que en los 80’s protagonizó las luchas contra la dictadura [4]. Lamentablemente, el atropello y muerte de dos jóvenes, a manos de Juan Sotomayor, ejecutivo de una empresa naviera, enlutaron las protestas [5]. A pesar del trágico episodio, la paralización fue total durante los 7 días que duró la movilización, llegando a un estado de completa neutralización de las instituciones estatales, lo que, en forma incipiente, se volvió una muestra de la existencia de un doble poder. Como bien sostuvo Navarro, “hace 3 días que [Magallanes] está sin gobierno, ¿Dónde está la intendenta? ¿Dónde está el gobernador? Hace días que no dan la cara a un problema que tiene paralizada a la zona, dejando claro que están superados y que la Región no necesita autoridades designadas por el poder central, ya que hasta ahora la ciudadanía ha demostrado gran capacidad de organización y de gestión nunca antes vista en el país. Un ejemplo de descentralización”[6].

Frente a las movilizaciones, la reacción de gobierno contó con la misma arrogancia tecnócrata de siempre, coronada por los “delicados y protocolares” dichos del ex Ministro de Energía, Ricardo Raineri, quien sostuvo que con estas alzas se ponía fin a “la fiesta del gas para los magallánicos”[7]. Fue esta delicadeza, propia de la prepotencia del gobierno, lo que le costó su salida del gabinete al ver que el pueblo no retrocedía en sus demandas.

Toda esta fuerza popular obligó al gobierno a dialogar. Sin embargo, en una clara muestra de prepotencia y soberbia, éste radicalizó la mano dura aplicando la Ley de Seguridad Interior del Estado, como un intento desesperado por ponerle fin a las movilizaciones, opción preferida antes que doblegarse ante los magallánicos. Según Hinzpeter, Ministro del Interior, esta medida fue adoptada porque “hemos visto actos que sobrepasan una legítima protesta ciudadana”, acusando a “dirigentes con poca responsabilidad llamando a bloquear calles y tomarse aeropuertos”[8]. Es decir, la medida apunta contra todo lo que implica un paro efectivo, una acción popular propiamente tal, intentando inmovilizar a los trabajadores y, en el caso de haber diálogo, que éste se logre mediante los canales institucionales, procurando un control total de la situación. Pero dada la férrea determinación del pueblo, se siguió en la calle pese a la represión. Vale agregar que, hasta la fecha, las querellas basadas en esta medida aún no han sido retiradas.

Las primeras negociaciones infructuosas expresaron el primer quiebre de clase al interior de la ACM, ya que, traicioneramente, los alcaldes intentaron negociar subsidios de forma paralela, mientras que el pueblo buscaba detener el alza completamente [9]. Este fracaso obligó al gobierno a mandar a su nuevo biministro de Minería y Energía, actual miembro del directorio de Enap y partidario del alza, Golborne, el que asumió luego de la salida de Raineri.

Intentando utilizar el capital político acumulado después de lo sucedido con los 33 mineros, el gobierno esperaba llegar a buen puerto. Sin embargo, Golborne chocó con la desaprobación total de los magallánicos, teniendo que ser rescatado por carabineros, cuando unos 500 manifestantes lo esperaban a la salida de un medio de comunicación local, en el cual había expresado la impopular posición del gobierno. Así, a la luz de los hechos, queda claro que no fue la intervención de Golborne lo que dio paso a una salida, sino que fue la fuerza de la movilización, la férrea determinación del pueblo. Y es que ante la idea del paro, la gran mayoría de la población parecía dispuesta a soportar el desabastecimiento, a la vez que sentían que la paralización era justa y necesaria. Este fue, en verdad, un movimiento de masas[10]. Los únicos que parecían en contra eran los empresarios del sector agrupados en la CPC, en particular los del turismo que no tardaron en reprochar la caída en la “imagen país” e intentaron dividir al movimiento, sin éxito.

Al séptimo día, el 17 de enero, se firmó un acuerdo entre el gobierno y la ACM, lo que congeló la movilización hasta finales de Octubre de 2011, ya que no se puede hablar de que el conflicto esté resuelto, sino todo lo contrario. Según el acuerdo, a partir de Marzo se conformará una propuesta entre representantes del gobierno y de la comunidad de Magallanes, que tiene como objetivo buscar un nuevo sistema de regulación tarifaria, que se expresará en un proyecto de ley. Sin embargo, si no hay acuerdo antes del 1º de Octubre, se llevará adelante el alza del 16,8% y de seguro se volverá a salir a la calle, ya que después de esta victoria la región de Magallanes se sabe capaz de doblarle la mano al gobierno.

Además de esta pasada de pelota del gobierno al parlamento, se acordó que el alza sólo será un reajuste al IPC (un 3%), aunque, por otro lado, “18.000 familias más necesitadas y de sectores medios recibirán compensaciones por el alza durante 2011”[11]. Lo que finalmente implica que el 40% de la población no experimente alza alguna.

Los problemas de fondo aún no están resueltos

Como decíamos más arriba, el conflicto de Magallanes no está cerrado. Lo que ha conseguido el gobierno es tiempo suficiente para ampliar su radio de influencia y control en la región, esperando dar con una salida favorable a sus intereses al finalizar el año. Por lo tanto, ahora empieza lo más difícil: la guerra silenciosa entre los intereses del pueblo y los del gobierno patronal de Piñera.

Junto a esta tensión constante que constituye la lucha de clases que entrecruza el conflicto, existen al menos dos vetas de las cuales emanan claros conflictos estructurales, puntos fundamentales a desarrollar por los sectores de intención revolucionaria.

Por un lado, se expresa claramente el tema de las políticas de desarrollo económicos, en particular las de las matrices energéticas. Con estos conflictos se vuelve evidente que la lógica tecnócrata, que ha demostrado ser completamente obtusa y estúpida, sólo busca salidas inmediatas y que puedan generar la mayor rentabilidad posible en el menor tiempo estimable. Esta lógica, en medio de una problemática que no sólo abarca el problema de dónde obtener los recursos, sino que impone el desafío de generar formas ecológicas sustentables en el tiempo, es completamente insuficiente. Y es que desde un principio la política del Estado ha sido colocar el interés capitalista por sobre cualquier otro. Sólo eso explica que el 60% de la producción de gas vaya destinada a la canadiense Methanex, para la producción y exportación de metanol [12], mientras que el otro 40% va a la red domiciliaria, así como que el alza en los precios tenga como motivación el incentivo de la exploración y posterior explotación de los yacimientos existentes. En esa misma línea aparece lo de las nuevas minas de carbón que se pretenden abrir en Isla Riesco como forma de satisfacer la demanda de combustible de nuevas termoeléctricas (que buscan ampliar su número de 13 a más de 20). Otra expresión más de esta política a corto plazo y de bajo costo, pero de alto impacto ecológico, que busca solucionar el problema energético sólo pensando en los intereses burgueses, ya que es ella, con sus industrias, la que consume un 87,24% del total de la energía producida en Chile [13].

Este funesto proyecto es impulsado por Copec y Ultramar y busca la aprobación de al menos 5 nuevas minas en la isla ubicada en la región de Magallanes, la cuarta isla más grande de Chile y que contiene la mayor concentración de este mineral. Está más que claro que este proyecto implica un irreparable daño a la tan necesaria biodiversidad del sector y es una muestra más de las consecuencias de la lógica de acumulación capitalista [14]. Así, se deja sobre la mesa el gran desafío de buscar formas de obtener energía de un nuevo tipo, aunque, en el fondo, no es tanto un problema de “dónde” obtener la energía, sino bajo qué modelo productivo es que se vuelve una necesidad tanta energía, es decir, se trata de las características de un modo de producción determinado: el capitalista y no de un problema en abstracto, como tan a menudo se plantea. En otras palabras, es el modelo capitalista de producción el ineficiente, parcial y que sólo piensa a corto plazo, trayendo un sin número de conflictos que ponen en riesgo no sólo la viabilidad del dominio burgués, sino la misma existencia de la humanidad.

Es así que a los magallánicos se les presentan varios conflictos de proporciones ligados al tema energético, al mismo tiempo en que los temas energéticos del porvenir ligan a Magallanes al resto del país, por lo que el sostener un conflicto puramente regional se vuelve insuficiente. Lo que sucede en Magallanes es necesariamente un anticipo de luchas nacionales.

De forma muy vinculada al tema anterior, aparece la crítica directa al carácter sumamente centralizado del Estado. La lucha de Magallanes, al ser una lucha que colocaba por delante los intereses reales de la región por sobre los planes macroeconómicos, descubrió el sesgo centralista y propiamente autoritario del Estado, vinculado a una clara democracia vacía y simplemente pragmática. Es así que este espíritu regionalista se vuelve un arma poderosa frente al bloque en el poder al potenciar los intereses de las mayorías, contrastando radicalmente con la política oblicua y autoritaria del modelo neoliberal. Al mismo tiempo, los libertarios en particular, debemos entender estos ejercicios de lucha como formas de potenciar las identidades locales que, sin perder su vínculo con el resto del territorio, forman la base para un federalismo real que, a la larga, debe ser la base de la unidad de los productores libres, de abajo hacia arriba. En otras palabras, el regionalismo de Magallanes es positivo en la medida que se comprende desde una perspectiva integrada a un problema global como es la necesaria solución, a escala humana, del problema energético con base en un plan de desarrollo nacional liderado por los trabajadores y no por la burguesía local.

Por lo tanto, ambos temas se vinculan en lo que Bookchin denomina una totalidad ecológica, es decir, “una dinámica unidad de la diversidad” [15] que no se preocupa sólo de solucionar el problema de un alza, sino que apuesta a un mayor control sobe los destinos de la región. Esta lucha de resistencia es un paso más en el desarrollo de perspectivas de mayor control e incidencia en las políticas locales, al mismo tiempo que es un ejemplo para el resto del país que, largo y diverso como es, no puede sino hacerse de abajo hacia arriba, desmantelando la lógica estatista, tan arraigada en la izquierda tradicional.

De fuerza política a fuerza económica.

Marx, hace un buen tiempo atrás, decía que “de todos los instrumentos de producción, el mayor poder productivo es la misma clase revolucionaria”. Contrariando toda perspectiva meramente técnica del desarrollo de las fuerzas productivas, Marx colocaba al frente a las clases, consideradas como actores históricos, es decir, hacía énfasis en que la capacidad productiva de estas no sólo se limitaba a bienes y servicios, sino que se extiende a la producción de la historia misma. En nuestra opinión, es esta unidad de perspectiva sostenida por Bookchin más arriba, cristalizada en una organización de masas, la que marca los saltos cualitativos de conciencia de las clases y que la hacen devenir en fuerza histórica, es decir, el momento en el cual se pasa de ser un objeto del devenir histórico a sujeto que golpea la mesa y, bajo la dirección de la clase trabajadora, impone y gana terreno en lo político, dando paso a su capacidad creativa de intervenir lo que realmente es la base de los avances sociales: lo económico. Y es ahí, sólo ahí, cuando los trabajadores hacemos historia. En el caso de Magallanes, la rápida solución del conflicto, derivada de su enorme determinación, no les dio tiempo a los magallánicos de sacudirse los ropajes ciudadanos, los que siempre han jugado en contra de la identificación certera de los intereses de clase. Esta falta de definición, que también se vincula con el carácter de la misma demanda, dio ventaja a la socialdemocracia, la cual no duda en capitalizar los acontecimientos como muestra de ejercicio de ciudadanía. Pero a la luz de los hechos podemos ver que las lecciones van por otra veta.

Primero, es claro que las “negociaciones a las espaldas del pueblo” impulsadas por los alcaldes, así como las reacciones de los empresarios agrupados en la CPC, demarcaron una clara división de clase al interior del movimiento, el cual, en los hechos, demostró ser liderado, fundamentalmente, por los trabajadores, los que lograron, tanto en Punta Arenas, Puerto natales, y demás localidades, un control total, sobrepasando las instituciones y fuerzas del orden. Esto se liga con la idea, bastante lógica por lo demás, que sólo la amplia organización de los trabajadores puede lograr cambios, revertir políticas, etc. En un duro contraste con la también masiva movilización estudiantil del año 2006 que, a pesar de convocar a cientos de miles, lograron muy pocos resultados, al ser un sector menor en los esquemas productivos. Magallanes demuestra que las y los trabajadores somos la base de todo movimiento de cambio y sólo la soberbia y la vanidad sin límites puede sostener lo contrario. Como tercer aspecto, es necesario considerar que mientras estas movilizaciones no tengan un respaldo nacional su éxito esta condicionado y limitado. La misma experiencia de 1919, muchísimo más radical que las movilizaciones recién pasadas, son un ejemplo. Por lo tanto, la necesidad de organizaciones nacionales que logren coordinar y agrupar lo intereses locales en una “diversa unidad” es más que urgente. Pero así también, a los libertarios se nos habré el desafío de buscar las maneras de potenciar todos los aspectos revolucionarios que laten fuertemente en el espíritu de las movilizaciones. La democracia directa, la acción directa y de más elementos necesarios para conseguir la realización de un programa socialista no se desarrollan por si solos, sino que necesitan ser potenciados. Por lo tanto, el crecer nacionalmente, el esforzarse por llevar a las demás regiones la perspectiva comunista libertaria, es una obligación si es que no queremos ver a estos ricos movimientos cooptados por soluciones parciales o autoritarias que, a la larga, terminan acallando la autonomía y creatividad popular.

El conflicto de Magallanes aún esta latente y habrá que esperar los sucesos de octubre para que los sectores organizados den un paso más en este ascendente proceso de maduración de la clase trabajadora. Por ahora debemos sacar lecciones y apuntalar nuestras organizaciones revolucionarias para que, cuando sea necesario, dar una verdadera orientación socialista a los acontecimientos.

Vladimir Benoit.

Febrero 2010.


[1] http://www.elciudadano.cl/2011/01/15/alza-del-gas-en-ma...lida/
[2] http://www.elciudadano.cl/2011/01/23/la-comuna-de-puert...1919/
[3] Punto Final, año 45, Nº 727, edición del 21 de enero al 4 de Marzo de 2011.
[4] Punto Final, año 45, Nº 727, edición del 21 de enero al 4 de Marzo de 2011.
[5] http://www.lacuarta.com/noticias/cronica/2011/01/63-960...shtml
[6] http://www.elciudadano.cl/2011/01/16/senador-navarro-%E...0%9D/
[7] http://www.radiobiobio.cl/2011/01/05/rainieri-respalda-...inar/
[8]http://www.cooperativa.cl/hinzpeter-gobierno-invocara-l....html
[9]http://www.cooperativa.cl/asamblea-ciudadana-de-magalla....html
[10] Punto Final, año 45, Nº 727, edición del 21 de enero al 4 de Marzo de 2011.
[11]http://www.cooperativa.cl/los-detalles-del-acuerdo-que-....html
[12]http://www.cooperativa.cl/alcalde-mimica-y-consumo-de-g....html
[13]http://www.google.cl/url?sa=t&source=web&cd=1&ved=0CBIQ...g1wCg
[14]http://www.cooperativa.cl/actores-advierten-riesgos-de-....html
[15] M. Bookchin, “La ecología de la libertad”, Pág. 102, Madre Tierra, 1999.

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