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A proposito de los 33 mineros

category bolivia / peru / ecuador / chile | workplace struggles | opinión / análisis author Wednesday October 20, 2010 04:41author by Gabriel Rivas Castro Report this post to the editors

La clase dominante saca sus lecciones, nosotros debemos sacar las nuestras.

Mientras que la gran mayoría de la clase trabajadora sucumbe ante los espejismos mediáticos, retornos alienados de su propia imagen depurada de todas las vetas que habré la violenta lucha de clases, los reducidos sectores clasistas deben denunciar y preparar las condiciones para cuando las grandes mayorías sean empujadas a la calle por la fuerza y la fantasía social se haga trizas, porque digan lo que digan, la no-vida impuesta por el neo-liberalismo es insostenible.
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A propósito de los 33 mineros. La clase dominante saca sus lecciones, nosotros debemos sacar las nuestras.

La misericordia de la clase dominante en torno a los 33 mineros de la Mina San José a quedado al descubierto. Mientras que Sebastián Piñera visitaba a la parasitaria y repulsiva Reina de Inglaterra, antes de reunirse con el igualmente despreciable Sarkozy, en el marco de enormes protestas nacionales en Francia, más de 300 familias de los otros trabajadores de la mina “San José”, que no quedaron bajo tierra, siguen sin ninguna solución y se lanzaron a protestar en las calles de Copiapo. Al estar la mina San José en quiebra, se les ofreció su finiquito en doce cómodas cuotas, a partir de Diciembre. ¡Doce! ¡Diciembre!. Una verdadera burla al lado del enorme despliegue que suscito el trágico accidente de los 33. Así, mientras que estos reciben regalos, entrevistas, promesas y se les asegura la vida como abanderados y material para la publicidad corporativa y la rapiña política oportunista, el resto de sus compañeros son el recordatorio de la realidad de los trabajadores en Chile, que engrosan las filas de los 2 millones de trabajadores que mueren anualmente en el mundo, aportando, al menos el 2009 con 443 fallecidos y, sólo hasta la fecha, el 2010 con la vida de 282 trabajadores, es decir, un promedio de 1,5 diario. Así, mientras que “Chile” se desvelaba por los 33 durante esos 70 días, es posible promediar la muerte de 105 trabajadores. Eso sin contar los miles de “muertos en vida” que dependen de trabajos precarios, inestables e inútiles sin ningún tipo de expectativa de desarrollo personal. La brutalidad de los números deja en evidencia de qué se trató efectivamente este enorme espectáculo: un inusitado ritual del poder.

Junto a la bonanza económica del país, que creció en Agosto a un 7,6%, cumpliendo ya 5 meses de expansión sobre el 5%, por efectos del comercio y sectores de la industria así como al alto precio del cobre que supera los 3 dolares, el tema de los mineros vino como anillo al dedo en el marco ideológico puesto “palito a palito” por la clase dominante. Por suerte para el gobierno, la experiencia de los mismo trabajadores evitó que estos simplemente muriesen bajo el derrumbe, dejando el campo fértil para que un correcto manejo mediático permitiese capitalizar la situación en favor de la clase dominante, desplazando el eje real del problema. Así lo demuestra una encuesta del repulsivo diario La Tercera, el cual afirma que un 62% de los encuestados afirma que la imagen de Piñera ha mejorado. Es así, que en este conciliábulo de la clase dominante el mayor rol lo juraron los medios de comunicación. A medida que pasaban los días, los temas más de fondo como son la inseguridad del trabajo, el trabajo precario, y todos esos elementos centrales en las políticas neoliberales para sostener los amplios marcos de ganancias de los explotadores, comenzaron a ser desplazados a la escala de “tragedia humana”, nacional, venida de no se donde, pero la cual el gobierno, único héroe de la película, resolvería. Ahora, los mineros no sólo yacían enterrados bajo la tierra, sino bajo las ideas. Este duro episodio, que terminó, por suerte, de la mejor forma posible, se logró colocar bajo el filtro “imparcial”, propicio para la tecnocracia derechista. La clase dominante se pegaba un verdadero pie de cueca tardía, post-bicentenario, operando magistralmente para aparecer bajo el maravillosos estandarte de la reconciliación nacional, dando un enorme ejemplo de colaboración de clases. Al mismo tiempo, es imposible no recordar el perfil de oligarca misericordioso de sus peones, el cual entendiendo el valor de la mano de obra, no puede sino cuidarla con un alto grado de paternalismo. El mismo espíritu que llevo al cuidado de la “raza” chilena por los sectores medios, compuestos por funcionarios y carreras liberales aburguesadas, ahora se presenta en el nuevo gobierno. Pero tal cual en aquellos años, la incapacidad de resolver los problemas de fondo denota un carácter estructural.

Sin embargo, Piñera puede decir que "Hemos aprendido la lección de lo que ocurrió en la mina San José", y mucha razón tiene. Y es que con todo este espectáculo se de dieron cuenta de que incluso los momentos más brutales pueden controlarlos gracias a los medios, y de esta forma, capitalizar y sentar las bases para que, "en los próximos días”, se anuncie “un verdadero nuevo trato, una cultura de la vida, del respeto y de la protección para nuestros trabajadores" (sic), es decir, lograr profundizar el control ideológico y político hacia los trabajadores. Con esta serie de pasos se trata de hacer lo que la Concertación nunca pudo, esto es: “renovar” el pacto social que permitió que la clase dominante hiciera a sus anchas, sin oposición seria. Impedir esto es una de las tareas centrales de los sectores clasistas y de intención revolucionaria. Y es que a esto hay que agregarle la siempre presente estupidez socialdemócrata que, bien expresada en las palabra del periodista Hugo Guzmán R., apuesta a un “dialogo social sustentado en el tripartismo (trabajadores, empresarios y gobierno)”. Por lo tanto los desafíos se amplían.

¿Pero que lecciones podemos sacar? Mi opinión es que son la menos dos: Por un lado, está el enorme poder de los medios de comunicación, situación ante la cual muy poco han hecho los movimientos sociales. Si bien existen alternativas, siguen siendo pequeñas e incapaces de presionar desde otra perspectiva a las ideas dominantes. Obviamente, es ilusorio pensar que se puede “competir” con estos enormes grupos de la misma forma, es decir, basandonos en los mismos medios por ellos empleados (miles de millones de diarios impresos, enormes cadenas televisivas con presupuestos de cientos de millones, etc.), sino que el cómo hacer esta necesaria campaña de contra información permanente debe estar dirigido a nuestras propias organizaciones sociales, es decir, es responsabilidad de las organizaciones sociales (barriales, estudiantiles y sindicales especialmente) el buscar los medios para que las bases activas generen opiniones críticas. Al mismo tiempo, esto solo es posible si de hacen esfuerzos por aumentar el grado de participación interés de sus asociados. Y en segundo lugar, creo que algo que debe ser resaltado es como se taparon las gestiones sindicales, de como los medios se encargaron de borrar toda presencia sindical, omitiendo la organización de los trabajadores. De ahí que sea fundamental reforzar la presencia de los sindicatos, su capacidad de incidir en el marco de los debates públicos, objetivo que es sólo posible mediante la participación y solidaridad de otras organizaciones sindicales. La propaganda oficial generada a partir de la tragedia minera hizo que los posibles logros en materia laboral anunciados por el gobierno no sean fruto de la lucha, sino de la misericordia presidencial, lo que es un golpe bajo al desarrollo de la legitimidad y fortalecimiento de las organizaciones de trabajadores. Eso lo debemos evitar a toda costa. Paradójicamente, la suerte de los dos aspectos que mencionamos se vinculan dialécticamente. Ambos son momentos de un mismo proceso.

Mientras que la gran mayoría de la clase trabajadora sucumbe ante los espejismos mediáticos, retornos alienados de su propia imagen depurada de todas las vetas que habré la violenta lucha de clases, los reducidos sectores clasistas deben denunciar y preparar las condiciones para cuando las grandes mayorías sean empujadas a la calle por la fuerza y la fantasía social se haga trizas, porque digan lo que digan, la no-vida impuesta por el neo-liberalismo es insostenible. O bien sucumbe a causa de la barbarie interna, o un salto revolucionario la barre de la historia, no hay más alternativas. Quizás, en esos momentos podamos re-hacer la triste historia de los 33 mineros que ahora son las marionetas de la clase dominante. Pero por ahora, debemos sacar lecciones para que nunca más estas tragedias ocurran en la ausencia de referentes de clase que puedan conservar la verdad contenida en estas tragedias, porque estos no son accidentes, sino bajas de la más brutal y sangrienta de toas las batallas: la del trabajo contra el capital.

Gabriel Rivas Castro
Octubre 2010.

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