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29 de septiembre, una oportunidad y un desafío

category iberia | workplace struggles | portada author Tuesday September 28, 2010 15:53author by Manu García Report this post to the editors

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El Estado español es uno de los que afronta una de las situaciones económicas más difíciles. La crisis está siendo particularmente intensa y persistente y sus efectos se están dejando notar en el crecimiento del déficit de las cuentas públicas, en el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de las grandes mayorías y en la destrucción acelerada de puestos de trabajo, comenzando por el sector que alimentó durante los años de bonanza el espejismo de un crecimiento sin fin, la Construcción, y extendiéndose de ahí al conjunto de la estructura económica.

Las medidas de ajuste presentadas o previstas por el gobierno y sus asesores para llenar las arcas del Estado y estimular la economía hacen cargar todo su peso sobre las clases populares, en forma de bajada de salarios, impuestos sobre el consumo, reducción de las pensiones, recortes en las prestaciones por desempleo, privatizaciones y trabas a la organización de los trabajadores.

Es muy importante que esta Huelga General sea un éxito y el 29 de septiembre haya en los lugares de trabajo y en las calles una contestación lo más multitudinaria posible a las políticas del gobierno de Zapatero, que sólo benefician a la banca y a la patronal y le hacen el juego a la reacción más dura, organizada en el Partido Popular, que capitalizará políticamente la bancarrota de un Partido Socialista que, en un ejercicio suicida de “responsabilidad de Estado”, está dinamitando su base social tradicional y entregándola en brazos de los herederos del franquismo que, por cierto, como no podía ser de otra manera, se oponen tanto al gobierno (dentro de una estrategia de desgaste) como a la huelga.

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29 de septiembre, una oportunidad y un desafío

por Manu García


El Estado español es, de cuantos componen la Unión Europea, uno de los que afronta una de las situaciones económicas más difíciles. La crisis está siendo particularmente intensa y persistente y sus efectos se están dejando notar en el crecimiento del déficit de las cuentas públicas, en el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de las grandes mayorías y en la destrucción acelerada de puestos de trabajo, comenzando por el sector que alimentó durante los años de bonanza el espejismo de un crecimiento sin fin, la Construcción, y extendiéndose de ahí al conjunto de la estructura económica (1).

Las medidas de ajuste presentadas o previstas por el gobierno y sus asesores para llenar las arcas del Estado y estimular la economía hacen cargar todo su peso sobre las clases populares, en forma de bajada de salarios, impuestos sobre el consumo, reducción de las pensiones, recortes en las prestaciones por desempleo, privatizaciones y trabas a la organización de los trabajadores (como más facilidades para el despido y restricciones a la contratación colectiva).

Con el objetivo de hacer frente con eficacia a estas medidas antipopulares, desde el sindicalismo más combativo se lleva exigiendo la convocatoria de una huelga general desde que se desencadenó la crisis, pero debido a su falta de implantación fuera de determinados sectores productivos y territorios, esta voluntad no se ha podido materializar y ha desembocado en el seguimiento de la huelga general convocada finalmente para el próximo 29 de septiembre por CCOO y UGT, únicas organizaciones sindicales con capacidad de declararla con una mínima capacidad de éxito a nivel estatal, a pesar de su creciente descrédito entre los trabajadores, su escasa afiliación, la hipertrofia de sus aparatos y su extrema burocratización.

De hecho, se duda incluso de la capacidad del movimiento sindical en su conjunto, sumados CCOO, UGT y el sindicalismo combativo (organizado en su inmensa mayoría fuera de estas dos confederaciones) de paralizar el país, dado que el sector con unos niveles de sindicación más altos, con mayor estabilidad en el empleo y que acababa de sufrir una agresión gubernamental directa (el mayor recorte salarial desde hacía décadas), la función pública, apenas secundó la huelga sectorial convocada para el 8 de junio pasado. Ni siquiera la mayoría de los afiliados sindicales acudieron a la huelga y sus organizaciones no les sancionaron por esquiroles.

La ofensiva cultural y social de la derecha y sus valores, que ha ido pareja al desarme ideológico y organizativo de la clase trabajadora y de la izquierda (un fenómeno no sólo español sino muy generalizado en Europa) y el miedo al despido en un contexto de desempleo real cercano al 20% de la población activa, son factores que juegan en contra no sólo del éxito de la próxima huelga general, sino también de una revitalización a corto o medio plazo del movimiento popular.

La izquierda en general y los libertarios en particular tenemos un largo trecho por delante para recomponer las organizaciones y la cultura solidaria y de clase de los de abajo, para empezar debemos trabajar para romper con el sectarismo y la miopía política de nuestras capillas, ser capaces de converger y consolidar referentes organizativos más allá de nuestros feudos particulares, capaces de convertirse en alternativa a los ojos de las clases populares y de revertir la desmoralización, el desencanto y el individualismo que crecen como hongos en un caldo de cultivo propicio.

Es muy importante, como primer paso, que esta Huelga General sea un éxito y el 29 de septiembre haya en los lugares de trabajo y en las calles una contestación lo más multitudinaria posible a las políticas del gobierno de Zapatero, que sólo benefician a la banca y a la patronal y le hacen el juego a la reacción más dura, organizada en el Partido Popular, que capitalizará políticamente la bancarrota de un Partido Socialista que, en un ejercicio suicida de “responsabilidad de Estado”, está dinamitando su base social tradicional y entregándola en brazos de los herederos del franquismo que, por cierto, como no podía ser de otra manera, se oponen tanto al gobierno (dentro de una estrategia de desgaste) como a la huelga.

Si la huelga fracasa, el fracaso no será sólo de quienes la mayoría de la opinión pública percibe como convocantes, CCOO y UGT, sino de toda la clase. No hundirá ni desacreditará aún más a CCOO y UGT ante los trabajadores, hundirá y desmoralizará todavía más a los trabajadores... y eso siempre lo aprovecha la patronal y el sindicalismo más servil y menos digno de ese nombre.

Por el contrario, en la medida en que la huelga triunfe, ese triunfo será de los trabajadores, ya que supondrá una demostración de la fuerza que reside en nuestra unión y por tanto un avance para nuestra conciencia y niveles organizativos. Por tanto, no será un triunfo para el sindicalismo burocrático y conciliador sino para el combativo y de clase. Tenemos una oportunidad y un desafío por delante, actuemos en consecuencia.

Manu García
22 de septiembre de 2010


Notas

(1) Para una información más detallada sobre el desarrollo de la crisis en el estado español y las respuestas ante ella de los diferentes agentes políticos y sociales, puede consultarse un artículo anterior en http://www.anarkismo.net/article/17459

author by José Antonio Gutiérrez D.publication date Thu Sep 23, 2010 23:19author address author phone Report this post to the editors

En las reflexones que entrega Manu hay dos elementos que son fundamentales de tener en consideración: el primero, de como la huelga, la acción sirve de plataforma para acercar posiciones en el campo popular y dar unidad de propósito en la misma lucha. Ojalá que esta huelga sirva como un primer paso para construir los niveles de unidad necesarios, no solamente entre los sindicatos libertarios, sino también con los sindicatos autónomos, clasistas y de lucha. Sin esa unidad, no hay manera de tumbar esta agresión abierta contra los trabajadores que avanza en toda Europa.

El segundo elemento, es que la crisis, al menos en Europa, en lugar de estar fortaleciendo a las propuestas revolucionarias o libertarias (como se vaticinaba en un primer momento, no sin razón, debido al grado de descontento y al profundo malestar en contra del sistema, como se vio en las primeras manifestaciones contra la crisis), está fortaleciendo a la derecha neoconservadora. Lo cual demuestra que las condiciones objetivas no bastan, y que tampoco basta que las condiciones subjetivas se reduzcan al maestar generalizado y a la desconfianza del sistema. Si el proyecto libertario no se constituye en alternativa (descartamos que la socialdemocracia lo sea, porque se ha mostrado ante la clase trabajadora como una vulgar administradora neoliberal), la única que podrá capitalizar políticamente la crisis será la derecha neoconservadora. Eso se aprecia también con el ascenso del "tea party movement" en los EEUU.

Creo, por consiguiente, que un aspecto fundamental es que, mediante este acercamiento en la lucha, podamos comenzar a dar pasos concretos, en un sentido programático para levantar una respuesta alternativa a la crisis y no nos quedemos solamente en la oposición a las medidas reaccionarias de los socialdemócratas o de los neoconservadores.

 
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