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Ôsugi y los “disturbios del arroz”

category asia oriental | historia del anarquismo | opinión / análisis author Wednesday August 04, 2010 00:20author by Libero Internacional Report this post to the editors

Los “disturbios del arroz” (tres semanas de una situación semi-insurreccional) fueron el levantamiento de masas más importante de la historia contemporánea de Japón, expresando la rabia popular frente al lucro de los especuladores con el arroz en el marco de la inflación posbélica.

Lo principal fue el hecho de que el impulso provino tanto del campesinado como del proletariado urbano. Cerca de diez millones de personas tomaron parte en los “disturbios”, que tuvieron lugar en 636 lugares, sobre todo en el oeste de Japón y en áreas productoras de arroz. El ejército intervino en 107 lugares, incluidas las tres principales ciudades, Tokio, Osaka y Kyoto, donde los Burakumin, un grupo étnico oprimido, tuvieron un papel muy activo. El número total de víctimas se desconoce, aunque el ejército mató a docenas durante algunas de sus intervenciones. El número de detenidos ascendió a varios millares, más del 90% de ellos fueron encausados.
Portada de "Movimiento Obrero", revista anarquista sindicalista nacida en 1919, luego de los "Disturbios del Arroz". Número del 1o. de Julio de 1925 demostrando lo que los obreros deben hacer con la patronal. Nótese el título en esperanto. (Crump, 1998)
Portada de "Movimiento Obrero", revista anarquista sindicalista nacida en 1919, luego de los "Disturbios del Arroz". Número del 1o. de Julio de 1925 demostrando lo que los obreros deben hacer con la patronal. Nótese el título en esperanto. (Crump, 1998)


Ôsugi y los “disturbios del arroz”

Los “disturbios del arroz” (tres semanas de una situación semi-insurreccional) fueron el levantamiento de masas más importante de la historia contemporánea de Japón, expresando la rabia popular frente al lucro de los especuladores con el arroz en el marco de la inflación posbélica.

Lo principal fue el hecho de que el impulso provino tanto del campesinado como del proletariado urbano. Cerca de diez millones de personas tomaron parte en los “disturbios”, que tuvieron lugar en 636 lugares, sobre todo en el oeste de Japón y en áreas productoras de arroz. El ejército intervino en 107 lugares, incluidas las tres principales ciudades, Tokio, Osaka y Kyoto, donde los Burakumin, un grupo étnico oprimido, tuvieron un papel muy activo. El número total de víctimas se desconoce, aunque el ejército mató a docenas durante algunas de sus intervenciones. El número de detenidos ascendió a varios millares, más del 90% de ellos fueron encausados.


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En 1918 se estableció en Japón un impuesto para que los productores de arroz pudieran acceder a créditos. Toda familia, sin importar lo pobre que fuera, con tal de que tuviera una dirección, podía contar con recibir arroz a crédito, con la condición de pagar la deuda en otoño y a fin de año (los períodos tradicionales de pago de deudas en Japón). Es más, el arroz debía ser dejado a la puerta.

Sin embargo, puede uno imaginarse las consecuencias para aquéllos que no podían pagar en el día señalado. Muchas tragedias familiares llegaron por esta vía, sobre todo el último día del año: a menudo hogares enteros lo abandonaban todo y se marchaban antes de que acabara el año.

De modo que no hubo nada raro en el hecho de que las amas de casa de Namerikawa, en la prefectura de Toyama, fueran a los almacenes de los mercaderes locales de arroz en busca de los excedentes. Aunque no pensaran pagar en aquel momento, no hubo en sus mentes el pensamiento de que estuvieran cometiendo un robo, ya que ¿quien había pagado alguna vez arroz por adelantado? Los comerciantes de arroz, sin embargo, tenían sus propios puntos de vista sobre el particular, ya que el precio del arroz subía día a día y el arroz vendido mañana traería más beneficios que el vendido hoy. Trataron de especular con el arroz. Las amas de casa de Namerikawa, indignadas por el intento de los comerciantes de acaparar el arroz, cogieron lo que necesitaban y se fueron. Los “disturbios del arroz” sólo se dieron desde el momento en que algunos comerciantes se resistieron.

Al tiempo que estos hechos se producían (comienzos de agosto), Ôsugi Sakae se encontraba en un tren volviendo desde Kyushu a Tokio. Tras leer en el periódico sobre los disturbios se bajó del tren en Osaka y fue derecho a la casa de Henmi Naozô [1], donde el único tema de conversación fue, como no podía ser de otra manera, el de “los disturbios del arroz”.

”Va a haber algo de movimiento también aquí, en Osaka, acuérdate de lo que te digo. Ya ha habido reuniones y otras cosas”

“Suena interesante. ¿Dónde se va a producir la agitación?”

”Va a empezar en Kamagasaki [un distrito obrero en los suburbios de Osaka]”

”Vale. Vayamos ahora y echemos un vistazo”.

Para dar a los sabuesos que les vigilaban la impresión de que seguían charlando en casa, Henmi y Ôsugi se cambiaron de ropa y salieron sigilosamente a la calle. Cuando llegaron a Kamagasaki no encontraron nada fuera de lo común. Ni siquiera parecía haber nadie merodeando en torno de los almacenes de arroz. Sólo cuando se adentraron en un callejón encontraron un grupo de mujeres charlando. A una de ellas, que Henmi conocía, le lanzó una pregunta:

“¿Qué pensáis sobre esas mujeres de Toyama que vaciaron los almacenes de arroz?”

”El arroz que costaba 20 yenes se está vendiendo ahora a 50 en Kama, vamos y consigamos que lo dejen a 25, todas nosotras iremos y se lo diremos. Eso es lo que acabamos de hablar. No podemos hacer mucho más”.

Ôsugi, que había estado escuchando con los brazos cruzados, ahora agarró del brazo a Henmi y le empujó a la calle principal, donde les esperaba un riquixá [2].

"¿Qué pasa? ¿A dónde vamos?"

"No te preocupes, sólo sígueme. Pronto empezará la diversión"

Ôsugi and Henmi fueron en riquixá recorriendo todas las sedes de los periódicos de Osaka con la siguiente “noticia”:

“En Kamagasaki se ha conseguido que los acaparadores de arroz vendan sus stocks a 25 yenes. Él y yo hemos estado allí y lo hemos presenciado. ¡La chispa de Toyama ya ha viajado hasta Osaka y ha prendido!”.

Se trataba de Ôsugi en estado puro: agitación mezclada con bluff. Tan pronto como “vendían” a un editor la historia, la pareja se trasladaba a otro periódico. Antes de que hubieran terminado la ronda, la prensa sensacionalista había publicado sus ediciones de la tarde con grandes titulares como éste: “¡¡Los comerciantes de arroz de Kamagasaki obligados a vender a 25 yenes!!”.

A las 4 de la tarde decenas de miles de personas se agolpaban en Kamagasaki en busca de arroz barato, frente a las tiendas de los comerciantes, pero:

“¡¿25 yenes?! ¡No podemos vender a ese precio! Busquen en otro lado...”.

Esa fue la respuesta inicial. Pronto, sin embargo, asustados por la creciente presencia de gente, los comerciantes empezaron a vender al precio exigido, pero tratando de limitar la cantidad que cada persona podía llevarse a 1 sho (1,8 litros). Pero poco después la gente empezó a tomar en relación a sus necesidades y fue poco lo que los acaparadores pudieron hacer para impedirlo.

Cuando las existencias de un almacén se terminaban, la multitud acudía al siguiente, dando gritos de victoria y creciendo más y más, siempre alguien señalaba la dirección de otro acaparador y las masas acudían allá. Poco a poco la agitación se extendió a toda la ciudad.

Un ejemplo de ello fue lo sucedido ese mismo día en un mitin que la facción lnukai/kidô del Partido Nacional (Kokumintô) estaba celebrando cerca del parque Tennô-Ji, paradójicamente sobre el asunto del alza en los precios del arroz.

"¡Que le den a vuestro mitin! ¡Están vendiendo el arroz a veinticinco yenes!"

"¿Dónde?"

"¡Por toda la ciudad!"

La sala se vació en cuestión de segundos.

Tras reunirse en el parque Tennô-Ji durante unos minutos para soltar la adrenalina, las masas se movieron en busca de arroz, tomándolo de tiendas de licor y de casas de comercio. Invadiendo las calles, entraron en cada establecimiento que encontraron hasta que se elevó un grito:

“El almacén Sumitomo, al frente de la estación Minato-machi, está lleno de arroz!”
. Nadie se paró para elegir a un líder. La agitación se estaba convirtiendo en un levantamiento a gran escala, incluso una insurrección, dado que Sumitomo era uno de los grandes zaibatsu [3], ligado estrechamente a muchas personalidades políticas.

Con el anochecer la multitud comenzó a crecer aún más. Cuando alcanzaron el almacén Sumitomo, sin embargo, se encontró frente a los regimientos 8º y 37º del Ejército Imperial de Japón, asentados permanentemente en Osaka. Las tropas respondieron a las cañas de bambú y las piedras con balas de fogueo al aire y bayonetazos. Tras varias horas de escaramuzas por toda la ciudad, la gente comenzó a marcharse a sus casas. Los combates, sin embargo, continuaron hasta las primeras luces del día siguiente.

Henmi y Ôsugi, entretanto, se habían marchado a casa. Allí se encontraron con varios anarquistas locales que les esperaban para recibir a Ôsugi, como Takeda. Denjirô, Kanasaki Dômei, Iwade Kinjirô, Yoshimura Otoya y Yamazaki Shôjiro [4]. Ôsugi, con un toque de ingenuidad, volvió a las calles una vez más en su compañía. Su cabeza, aunque no había pruebas de su implicación en los acontecimientos de la tarde, valía veinte veces más para la policía.

“Gracias”
, les dijo, “con tantos de ustedes preocupándose por mí puedo estar tranquilo. Muy bien, podemos continuar sin problemas...”.

Ôsugi, visiblemente contento, visitó cada palmo de Kamagasaki, respondiendo a los comentarios de los demás con “oh”, “muy bien”, “ya veo”, como si estuviera hablando consigo mismo. Finalmente el jefe de policía que les estaba siguiendo se quejó:

"¡Señor! Denos un respiro, por favor, aunque sea por hoy. Si algo pasa, será un problema y si la jefatura se entera estaré en un aprieto”.

Tras un rato, decidieron hacer un alto en una posada regentada por un simpatizante del movimiento.

“En aquel momento yo no era más que un malandrín de dieciséis años. En cuanto me enteré de lo que pasaba corrí a verlo como si estuviera en trance. Fue mi primer encuentro con Ôsugi. Lo que más me impresionó fue el seguimiento policial que arrastraba, que intentó entrar en nuestra casa detrás de él.”

“Atrás, cabrones”

“Saltaron como si hubieran visto a un tigre e inmediatamente retrocedieron a una distancia de veinte metros. El sonido de la voz de Ôsugi, llena de dignidad a pesar de su famosa tartamudez, resuena en mis oídos desde entonces.”

Esa noche, tras trasladarse la reunión a casa de Yamazaki Shô-Jiro, Ôsugi describió sus impresiones acerca de los disturbios:

“... han abierto la vía para un resurgir del movimiento popular; a pesar de la reacción de las autoridades, la gente es ahora invencible; su movimiento ha demostrado su fuerza por primera vez; nosotros ahora debemos trabajar seriamente, insertarnos aún más entre las masas y permanecer en la vanguardia de la lucha”
. Nunca se había sentido tan optimista como aquel día. También sus acompañantes, animados por lo que habían visto y oído aquel día, debatieron animadamente acerca de lo sucedido.

A la mañana siguiente temprano , Ôsugi, despreocupadamente, tomó un tren hacia Tokyo, dejando atrás Osaka y los disturbios del arroz todavía coleando. Nunca habló sobre sus actividades en Osaka aquel día. Henmi Naozô, aunque alguna vez estuvo a punto de hacerlo, tampoco contó mucho más. Se limitó a alabar la combinación, única en Ôsugi, de refinada perspicacia, de audacia y, al tiempo, de prudencia. Describió esas cualidades de la siguiente manera:

“En primer lugar, Ôsugi, tras echar un vistazo, rápidamente calibraba la situación y escogía el mejor modo de aprovecharla. No había detrás un plan, una estrategia trazada por escrito, sólo su instinto político.

En segundo, elegía un método para llevar a cabo su intervención que fuera al mismo tiempo el más efectivo y el más seguro. Los periódicos que informaban de la supuesta reacción ante los disturbios de Toyama rápidamente los extendieron a Osaka, asegurando el máximo impacto en los lectores. Como Ôsugi había supuesto, los periodistas nunca intentaron confirmar la veracidad de la historia.

En tercero, Ôsugi siempre rehusó hablar sobre su papel en el desencadenamiento de los disturbios del arroz en Osaka y se resistió a ceder a las tentaciones de hacerlo. Si lo hubiera hecho, hay pocas dudas de que habría sido sometido a juicio y Ôsugi habiera pagado por ello. Quizás hubiera arrastrado detrás a todos los presentes con él aquel día. Tal era la prudencia que acompañaba hasta a las acciones más audaces por parte de Ôsugi.”

Los disturbios del arroz, que como hemos visto habían tenido un carácter espontáneo, fueron pronto sofocados por el ejército. Antes de que se hubieran apagado sus rescoldos, la policía ya se había puesto en marcha, arrestando a gente por todo el país hasta que las cárceles rebosaron. Para las masas que tomaron parte en los hechos, habían sido una muestra del poder que tenían en sus manos, sentían ahora confianza en sus propias fuerzas, habían marcado un antes y un después y ya no había vuelta atrás. El impacto que tuvieron en las clases dominantes también fue enorme.

Los disturbios del arroz fueron el punto de partida de todo tipo de actividades. El movimiento socialista que había emergido a inicios del periodo Taisho (1911-1925), reducido entonces a una pequeña minoría de intelectuales, de instruidos pioneros de la agitación, ahora se extendía entre los trabajadores y sus familias. En 1919, con un gran apoyo desde el mundo del trabajo, Ôsugi lanzaba la revista “Rôdô Undô” (“Movimiento Obrero”). Las condiciones estaban dadas para el inicio de la última fase del movimiento Taisho, que iba a hundir bien profundamente sus raíces en el pueblo antes de ser aplastado por la represión de la policía militar y de la secreta, abriendo el camino al reinado sangriento de Hirohito desde 1926.

Al mismo tiempo los políticos, tras la caída del gobierno por la presión de la oposición, tomaron buena nota e hicieron una serie de cambios mínimos para proteger su base. En 1920 la ley electoral fue reformada para reducir los requisitos de propiedad necesarios para votar en una proporción de diez a tres, incrementando así el electorado a más de tres millones. Las clases dominantes se habían salvado, pero por los pelos.

Publicado en “Libero International”
Traducido al castellano por Manu García


[1] Henmi Naozô: militante anarquista, padre de Henmi Kichizô. En su juventud había pasado un tiempo en los EEUU, donde había estado en relaciones con Alexander Berkman y Emma Goldman. Murió en 1923.
[2] Carro ligero tirado por una persona, la palabra se origina en el japonés jinrikisha.
[3] Forma organizativa tradicional del capital japonés.
[4] Takeda Denjirô fue parte de varias iniciativas para dar a conocer el socialismo libertario. Su hermano mayor había recibido cadena perpetua en los juicios de Alta Traición de 1911 (Taigyaku jiken) en el cual varios anarquistas fueron asesinados por el Estado. Kanasaki Dômei e Iwade Kinjirô terminarían en el Partido Comunista. Yamazaki Shôjiro murió en prisión tras ser arrestado en relación con la Sociedad de la Guillotina, un grupo terrorista anarquista, en 1924. Yoshimura Otoya desapareció en extrañas circunstancias después de los disturbios.

Imágenes de la devastación durante los "disturbios del arroz" en Kobe, 1918
Imágenes de la devastación durante los "disturbios del arroz" en Kobe, 1918

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