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A propósito de las resistencias a “La plataforma”.

category bolivia / peru / ecuador / chile | movimiento anarquista | opinión / análisis author Tuesday December 08, 2009 19:33author by Gabriel Rivas - Hombre y Sociedadauthor email nuevoctubre at hotmail dot com Report this post to the editors

Contribución a un anarquismo de masas

La idea central del articulo es tratar de dilucidar a qué responde, en un contexto concreto, las diversas resistencias a la plataforma, aclarar algunas de sus ejes centrales y plantear algunas ideas para la construcción actual de un anarquismo social, de clase, enfocado a transformarse en la perspectiva hegemónica del movimiento popular.
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A propósito de las resistencias a “La plataforma”.

Contribución a un anarquismo de masas


No está lejos el día en que seamos llamados nuevamente a tomar parte activa en estos eventos. Si respondemos a esta llamada, nuevamente, sin primero habernos equipado de una organización adecuada, aún seremos impotentes de evitar que los eventos sean succionados por la vorágine de los sistemas estatistas.
Makhno.

De anacronismos, síntomas y verdades:

Hace ya un tiempo que se repite cierto debate que muchos califican como “falsa contraposición”, “anacrónico” o, simplemente, como cómico e innecesario; hablo de la ya vieja pero renaciente discusión entre “sintetistas” y “plataformistas” o, en particular, de una serie de detracciones a la plataforma desde una amplitud de posiciones ácratas, que no sostiene necesariamente las ideas de los partidarios de “la síntesis”. En mi opinión, creo que existe una mezcla de cosas entrecruzadas en este debate que vale la pena separar, para poder sopesar este fenómeno en su justa medida; dudo que el debate sea sólo de carácter filológico o aplicado a una supuesta dicotomía, descontextualizado respecto de la propia experiencia chilena o sudamericana, lo que haría de la discusión un asunto anacrónico e inadecuado. Si bien es cierto que en muchos casos el tono del debate adquiere estos matices, creo que esto se realiza más para ocultar y evadir la discusión real y frontal, transformándose en cualquier cosa, menos en un verdadero aporte a la construcción de un anarquismo revolucionario, de clase, que apueste a ser hegemónico; orientado así el debate, es una pura fortaleza de papel, donde “plataformismo” y “sintetismo” se vuelven meros adjetivos descalificativos hacia uno y otro lado, lo que es simplemente burdo y vacío. Ese es el eterno problema de las caricaturas, se vuelven meras cabezas de turco para reafirmar posiciones, nada más. Sin embargo, sostengo que hay mucho más en juego en estas resistencias. En mi opinión se trata de un debate sintomático, en un sentido bien preciso: hablo de síntoma como la apariencia de algo más, expresión determinada de un asunto que sólo puede aparecer tal como lo hace: mediado, en un proceso que lo indica pero no lo expresa certeramente, es decir, no es que sea algo falso sino que es la forma inmediata que adquiere una cuestión que hay que develar. Lo que pretendo hacer aquí es dar una opinión a propósito de qué es lo que hay detrás del síntoma mencionado.

Las resistencias del anarquismo y ¿de qué habla la Plataforma?

En su conocido diccionario de psicoanálisis J. Laplanche y J. B. Pontalis definen resistencia de la siguiente manera: “Durante la cura psicoanalítica, se denomina resistencia todo aquello que, en los actos y palabras del analizado, se opone al acceso de éste a su inconsciente” (1). Entonces, ¿a qué se resisten tantos anarquistas? o ¿en qué sentido las interminables detracciones a la plataforma son sintomáticas de una resistencia?

Cuando los compañeros agrupados en Dielo Truda decidieron escribir la plataforma en los años 20´, el anarquismo se encontraba en minoría respecto del proceso revolucionario europeo detonado con la revolución rusa. Proceso que terminó con el ascenso de la burocracia estalinista, el asentamiento del marxismo como ideología dominante y dominadora del movimiento obrero en toda Europa, etc., reduciendo de manera significativa las experiencias libertarias. La única excepción notable era la España que despertaría tarde y cerraría un importante ciclo de lucha de clases en la vieja Europa, como un triste postfacio ya predicho en el fracaso de la revolución alemana de 1923. En ese sentido, podemos decir que las conclusiones de la plataforma llegan al atardecer y con un grado de amargura, reflexiones profundas pero levantadas sobre pedazos recompuestos bajo la retrospección reflexiva que pretende retomar y profundizar una línea de construcción que podemos definir como “especifismo”, línea que cruza desde Bakunin, pasando por Maletesta, la FCL y nuestros días. Es así que, a mi juicio, este documento cierra cierto ciclo de desarrollo del anarquismo que va desde las primeras experiencias partidarias de Bakunin, hasta el fin de la revolución europea como un postscriptum que sólo se reafirma en la España del 36´ al 39´.

En otras palabras, la plataforma es un documento pensado en un complejo reflujo del movimiento obrero y popular que pretende aprender del pasado y dejar sentado ciertas bases programáticas a conservar y que deben esperar su momento para desarrollarse. Por lo tanto, se trata de un documento para el presente.

Según creo, tales líneas programáticas están cruzadas por tres temas claves. Uno es el reafirmar el carácter de clase del anarquismo, frente a las posibilidades que deja abierto el reflujo, y es que en medio de la desesperanza y de la derrota obrera el humanismo ambiguo y laxo, el posicionamiento puramente ético, sin perspectivas estratégicas o de lucha, es siempre una salida posible. Por otro lado, la plataforma deja en claro la necesidad de la lucha ideológica frente al reformismo y a las corrientes autoritarias o estatistas, al mismo tiempo que se piensan las herramientas más adecuadas para dar tal pelea: una Unión General, es decir, desarrollar la lucha partidaria apropiadamente. En otras palabras, se trata de situar la necesidad de no improvisar las herramientas políticas necesarias, para hacer del anarquismo la orientación táctico-estratégica general de un proceso revolucionario, la ideología del movimiento obrero, es decir, realizarlo como tal. El tercer tema -que no creo poder desarrollar aquí- es plantear al anarquismo no como un conjunto de doctrinas o postulados, sino una ideología, es decir, la forma auto-representada del movimiento revolucionario en este proceso de negación de la sociedad capitalista, en palabras de “La Plataforma”: “El anarquismo no es una fantasía hermosa, sacada del despacho de un filósofo, sino un movimiento social de las masas trabajadoras […]”. Es decir, se trata de hacer hincapié que el anarquismo no es una filosofía, un conjunto de ideas, o una visión de mundo, sino, como dice Makhno: “En el curso de la elaboración de su imagen cabal del mundo, el anarquismo se ha puesto una tarea muy específica: abarcar al mundo en su totalidad, barriendo toda clase de obstáculos, presentes y por venir, que puedan ser puestos por la ciencia y la tecnología capitalista y burguesa. Esto, con el fin de suplir al Hombre con la explicación más exhaustiva posible de la existencia en este mundo y de hacer lo mejor posible frente a todos los problemas que deba confrontar: esta aproximación, debe ayudarle a internalizar una conciencia del anarquismo que le es naturalmente inherente -esto, al menos, es lo que supongo- al punto en que es continuamente enfrentado a manifestaciones parciales de él.” (El anarquismo y Nuestros tiempos, Néstor Makhno), es decir, se trata de sostener una idea materialista del anarquismo, como posibilidad real incubada en la sociedad capitalista, gestado en su cáscara, y no algo inserto de forma unilateral o una pura experiencia personal.

Estos tres temas son el fundo de la plataforma, más allá de lo que generalmente suele generar polémica: la forma de la mencionada Unión General. En mi opinión ese tema es secundario, no menos importante, pero secundario. La forma de una organización específica -si es que asumimos su necesidad- debe ser adecuada al contexto, por lo tanto, hace referencia a un aspecto táctico y no estratégico. Creo que los sin fines resistencias a los temas centrales se sintomatizan en este recurrente desplazamiento a la forma. Así también, como muchas de las figuras destacadas del anarquismo que se dieron el trabajo de problematizar la plataforma (Malatesta, Berneri, Fabbri Isindine, el mismo Volin, etc.) lo hacen colocando el acento en asuntos menores y, por lo mismo, tengo la impresión de que fue un texto más bien incomprendido o mal intencionadamente anulado. Pero no será este texto el lugar para profundizar en ello.

Lucha de clases es lucha ideológica:

Sin embargo, de los tres puntos mencionados, creo que el más importante hoy es: la necesidad de la lucha ideológica y la creación de los medios necesarios para ello. Pero, ¿qué entendemos por lucha ideológica? Si bien el concepto de ideología es complejo y sumamente plástico, tanto así, que puede llagar a decir cosas completamente opuestas, me gustaría acortarlo de la siguiente manera:

Si bien el socialismo es una actividad de masas, nacido en y mediante el desarrollo de la sociedad capitalista como un modo de producción opuesto, su realización no es natural, mecánica o inmediata, sino que requiere de un salto cualitativo en las relaciones de clases, ya que, a diferencia de otros modos de producción, el socialismo es un acto consciente por parte de la clase trabajadora, es decir, el socialismo sea realiza a medida que la clase trabajadora decide darse un modo de vida diferente y se dota de los medios concretos para lograrlo. Eso nunca antes ha pasado en la historia, no al menos con la magnitud que el proletariado debe abordar esta titánica tarea que, más de una vez lo ha hecho retroceder. Si bien hay experiencias parciales y aisladas, no se comparan al desarrollo revolucionario de un modo de producción que abarca a la humanidad completa. Por lo tanto, el desarrollo del proceso revolucionario no puede ser pensado de una forma lineal, como un proceso espontáneo de mera acumulación que mágicamente termina en un salto cualitativo, o como un puro proceso económico que, en tanto que madura las condiciones objetivas da con el socialismo como su continuidad lógica, así como tampoco puede ser una pura noche de insurrección que se tome el poder, como quien toma una cosa. No, nada de eso.

Si bien todo proceso revolucionario esta sentado en las grietas inmanentes de la tempestuosa estructura capitalista, las crisis objetivas no son suficientes. Como bien dice Bakunin: “[…] la miseria y la desesperación aún no bastan para suscitar la revolución social. Pueden dar origen a levantamientos locales pero son insuficientes para levantar a grandes masas. Para ello, es necesario que todo un pueblo posea un ideal común, una idea general de su derecho y una fe profunda, apasionada, religiosa si queréis, en ese derecho.” Es decir, se necesita conciencia de clase, un proyecto común elaborado por los trabajadores que le de una salida efectiva al capitalismo, hacer de las crisis capitalistas una crisis del capitalismo mismo. En tal sentido, una organización específica de los libertarios se vuelve necesaria a la hora de que nos damos cuenta de que el socialismo no es una necesidad mecánica, sino una perspectiva que se debe desarrollar y diseminar en el proletariado organizado bajo una perspectiva dialéctica. Pero, al mismo, tiempo, nos damos cuenta que el anarquismo no es la única perspectiva posible, sino que convive con una serie de posiciones, desde de intención revolucionaria, hasta derechamente reformistas o pro patronales, etc. Y es acá donde emerge el problema de la lucha ideológica.

Pero ¿qué entendemos por “lucha ideológica? En nuestra opinión, ella hace alusión al debate estratégico-táctico al interior del movimiento popular, y es que las ideologías, como tales, sintetizan ciertas ideas fuerza que hacen posible pensar una proyección estratégica y orientar la acción, al mismo tiempo que dan parámetros para su análisis, no sustituyendo la realidad por la ideología, sino haciendo posible una análisis de lo real como tal. No hay realidad sin mediación ideológica, si perdemos lo ideológico perdemos lo real como experiencia. Por lo mismo, no es posible hablar de posiciones neutrales, o “no-posiciones” o lecturas no ideológicas. Si la lucha ideológica fuese evitable, sería porque hay elementos neutrales, genérico y comunes a toda la humanidad, pero, como bien sabemos, hoy la humanidad se haya sumergida de forma alienada en su propia creación: el sistema capitalista de producción, al cual subyace una falla constitutiva: la división de la sociedad en clases, en explotados y explotadores. No existen lecturas ideológicas o no ideológicas, sólo hay lecturas, porque son todas mediadas por lo ideológico, por la lucha de clases. La lucha ideológica no pasa sólo por la diferencia doctrinal, sino que, más profundamente, se trata de los fundamentos que hacen posible y articulan los elementos tácticos y estratégicos que proyectan la actividad del movimiento popular.

Los compañeros rusos dejan todo esto más claro cuando plantean, refiriéndose a los problemas de orientación ideológica, que: “La acción de guiar a los elementos revolucionarios y al movimiento revolucionario de las masas, en términos de las ideas, no puede y no debe ser considerada como una aspiración de parte de los anarquistas de querer tomar la construcción de la nueva sociedad en sus propias manos. Tal construcción no puede ser llevada a cabo sino por el conjunto de la sociedad que labora, pues tal tarea le pertenece solo a ella, y cualquier intento de despojarle de ese derecho, debiera ser condenado como anti-anarquista. La cuestión de la conducción ideológica, no dice relación con la construcción socialista, sino con la influencia teórica y política que se debe ejercer sobre la marcha revolucionaria de los eventos políticos. Ni seríamos revolucionarios, ni seríamos luchadores, si no tomáramos interés en el carácter y el tenor de la lucha revolucionaria de las masas. Y ya que el carácter y el tenor de aquella lucha están determinadas no sólo por factores objetivos, sino también por factores subjetivos, o sea, por la influencia de una variedad de grupos políticos, tenemos el deber de hacer todo cuanto podamos para ver la influencia ideológica del anarquismo maximizada sobre la marcha de la revolución”. (Dielo Truda, Suplemento a la plataforma organizativa, la cursiva es nuestra). Es decir, se trata de orientación, de dar el debate al interior del movimiento obrero que, a medida que forja su experiencia y se nutre de los aportes de diversas perspectivas (revolucionarias o no), es capaz de ir templándose y darse organizaciones que hagan posible el socialismo. Pero que quede claro, a diferencia de la tradición socialdemócrata o autoritaria, el anarquismo se ve ha si mismo como un fruto de la propia experiencia revolucionaria de las masas -experiencia que, por lo demás, incluye a las expresiones políticas diversas-, esto es común desde Bakunin hasta el Dielo Truda y Fontenis, por lo tanto, existe una continuidad orgánica entre la actividad espontánea de masas y el socialismo, mediado, como ya dijimos, por la experiencia de lucha que contempla, y a su vez, la actividad de los diversos grupos ideológicos. Así, la existencia de grupos ideológicos no es contradictoria con la auto-actividad de masas sino que es parte de ella. Pues, si bien no hay una identidad directa entre los grupos ideológicos y la organización de masas, hay una relación de mediación que hace a ambas parte expresiones de un mismo proceso -por eso tiene una carácter dialéctico, de negación y transformación refleja o especular-, es decir, son parte de lo mismo pero no son una misma cosa. Como ya dijimos, el desarrollo del socialismo no es mecánico, sino dialéctico, ya que está contenido en la propia existencia del proletariado y desplegado en sus experiencias, pero hay que hacerlo madurar para que se realice. El socialismo es posible, por lo tanto real y no necesario o inmediato, como no se cansan de repetir algunos. Así, basándonos en esa concepción dialéctica del socialismo como movimiento real, es que podemos dar un justo lugar al problema de la orientación ideológica y hacer coherente la necesidad de su elaboración organizada.

En otro lugar, aclarando la misma idea, los exiliados rusos dirán: “La dirección de las masas desde el punto de vista de las "ideas", simplemente, quiere decir la existencia de una idea que sirva de guía en el movimiento. En el mundo de la lucha socialista y de las demandas socialistas, tales ideas no son numerosas. Pero es natural que nosotros, los anarquistas queramos que las ideas que guíen a los explotados sean ideas anarquistas y no, por ejemplo, social-demócratas, como aquellas que tan recientemente han traicionado al movimiento de obreros revolucionarios Vienés (Dielo Truda, El Grupo de Anarquistas Rusos en el Extranjero Responde a los confusionistas en el anarquismo) Estas citas son lo suficientemente claras para situar un panorama complejo donde se entiende que sea necesario el agrupamiento específico. Lo que obviamente no queda claro es la experiencia concreta que tal estructura puede tener, y es que nadie puede anticipar aquello, a menos que se sea un paranoico incurable o se quiera resistir constantemente a la experiencia política como tal, como bien lo muestran un sin fin de compañeros que, bajo la sombra de hechos pasados, temen a la organización política. ¿Por qué?, porque colocan el énfasis en aspectos menores y absolutamente cargados (catextizados en términos psicoanalíticos), pero esto no responde sino a un fetichismo, un prejuicio que tiene como única cura la experiencia concreta y el informar adecuadamente. Lamentablemente los compañeros identifican a la organización ideológica o específica con todo un proceso histórico complejo, irreductible a una forma de organización determinada.

Así, la resistencia a la plataforma aparece como la resistencia a dar el salto de un anarquismo abstracto, marginal, a ser parte activa en la lucha de clases, a hacerse parte de las dificultades reales que experimentan los movimiento sociales, por temores virginales a lidiar con la política real, se trata del temor natural que produce esta idea de que el anarquismo es sólo una posibilidad que hay que hacer parir, además del miedo al dolor y al trabajo que éste implica necesariamente. Dolor y trabajo que consiste en la traducción efectiva de la tradición anarquista en el hoy, en el madurar la inteligencia necesaria para perspectivar, en nuestros tiempos, lo que queremos mañana. La mayoría de los libertarios -automarginados en la burbuja insurreccional- han preferido traer el anarquismo desde fuera de la lucha de clases, mediante acciones aisladas, presa fácil del esteticismo mediático, confundiendo su sectarismo con radicalidad, sus “acciones” como partes preciosas de la guerra social, auto-elevándose a una especie de vanguardia renegada que, ya recelada de todo el pueblo, cree experimentar un proceso revolucionario, es decir, se trata de pura alucinación, en su sentido mas estricto. Al parecer nadie les ha dicho que la contra cara del etapismo o del mecanicismo mas recalcitrante es el voluntarismo extremo, la soberbia y el proto-mesianismo, el romanticismo propio de la intelectualidad burguesa más reaccionaria.

Por lo tanto, la aceptación de la lucha ideológica como proceso real nos lleva más allá del mecanicismo y del voluntarismo, para situarnos en un campo complejo, dialéctico, donde el problema de la organización anarquista tiene un sentido preciso: no la unidad por la unidad de los libertarios por el hecho de creerse tales, sino el de generar medios reales y efectivos para dar un duro combate ideológico en la senda de la lucha de clases, que permita al anarquismo revolucionario ser hegemónico en la construcción del socialismo, combatir las posiciones estatistas, autoritarias o reformistas y que desde hoy cumpla con sus tareas fundamentales, como dicen la plataforma: “La tarea fundamental de la Unión General de Anarquistas, en el período pre-revolucionario, es la preparación de los trabajadores y campesinos para la revolución social. Al negar la democracia formal (burguesa), el poder y el Estado, al proclamar la completa emancipación del trabajo, el anarquismo destaca al máximo los rigurosos principios de la lucha de clase, fomenta y desarrolla en las masas la conciencia de clase y la intransigencia revolucionaria de clase.”

La necesidad de una organización específica y de un salto cualitativo hacia la organización de masas, a la luz de nuestra experiencia:

Hoy el anarquismo en Chile es indudablemente minoritario. Durante muchos años ha padecido de un proceso de erosión que le ha llevado a ser borrado de la memoria histórica de la clase trabajadora, por lo tanto, nuestro contexto nos es adverso y no puede ser atravesado sino de una forma precisa, pensada, tácticamente. En mi opinión esa táctica tiene dos aspectos: uno es la organización específica de los libertarios y la otra -intrínseca y complementaria- es el salto a las organizaciones de masas, reconstrucción del tejido social popular de una forma programada y reflexiva. El desarrollo de una es parte de la otra, la profundización de la experiencia social debe foguearnos al mismo tiempo que permite hacer fértil el espacio para la emergencia de nuevos compañeros que, desde su propia experiencia, adscriban táctica y estratégicamente al anarquismo y sean capaces de hacer de tales posiciones hegemónicas en el movimiento de masas. En otras palabras se trata de ampliar el campo real (social) de reconstrucción del tejido social donde el anarquismo pueda actualizarse, padecer una experiencia y nutrir al movimiento obrero, al mismo tiempo que crece bajo su influencia tornándose efectivo al involucrarse con los procesos sociales. Esa es la única forma de poder hacer emerger al anarquismo en la práctica social cotidiana. Como bien muestra las palabras citadas de Makhno al principio, no está lejos el día que seamos llamados a hacernos parte activa de la lucha de clases para sostener posiciones intransigentes frente al estatismo, el reformismo y la demagogia; sin embargo, nada nos asegura estar preparados para ese día, eso depende sólo del fruto del trabajo que seamos capaces de realizar, y ese trabajo empieza desde hoy. La lucha política e ideológica no se improvisa.

En esta medida es que el anarquismo chileno es parte del proceso de rearme del proletariado chileno, en todos sus niveles. El anarquismo lleva ya varios años desarrollándose en Chile. De pasar a ser lo que durante los noventa se relacionaba con un posicionamiento confuso y sin mayores nortes políticos, reducido a espacios muy determinados como son las universidades, con una carga más identitaria que política, al mismo tiempo que vivía estancado en tácticas cosificadas y superadas por el contexto, heredadas de proyectos políticos incapaces de adaptarse al nuevo estado de lucha de clases, marcados por un fuerte ánimo vanguardista, una evidente descontextualización y fetichismo táctico, un pseudo blanquismo elevado a teoría -y que tiene como mejor expresión y continuidad en el denominado insurreccionalismo, en su versión criolla-. El anarquismo en Chile, digo, ha dado un salto, al menos hace diez años, con la conformación de CUAC que, más allá de sus falencias y limitaciones, es, querámoslo o no, el punto de inflexión que marca el intento por hacer retornar al anarquismo a donde pertenece: a la lucha de clases.

Ya desde sus inicios esta pequeña iniciativa se vio atacada y resistida. Es más, debo decir que por aquellos años yo mismo me mostré dudoso de la necesidad de dicho salto, pero por razones que, a la luz de la experiencia, demostraron ser falsas y meros prejuicios adolescentes. Pero más allá de las anécdotas, la emergencia de la iniciativa fue minoritaria. Gran parte del movimiento prefirió seguir más apegado a nortes abstractos y marginales, privilegiando las experiencias puramente identitaria, sin capacidad de implementación política concreta, criticándole al CUAC elementos más de carácter accesorio que de fondo, como eran la disciplina, supuestamente extraña al anarquismo -lo que demuestra la más completa ignorancia de la tradición mas militante del anarquismo (2)-, su vanguardismo -asociado al hecho de “proponer líneas de trabajo hacia lo social”, lo que es una crítica sin sentido, ya que el vanguardismo no va en “el proponer” sino en “la propuesta” en su contenido y formas determinadas- y cosas de esa índole que, según estos libertarios, eran propias del un partido político (3).

Por un lado esto se puede explicar por el carácter regresivo del contexto chileno a fines de los noventa. Hay un acuerdo bastante generalizado que el punto de inflexión de la lucha de clases en chile es el año 2005-2006 con una serie de movilizaciones de masas. Sin embargo, en -los 90s- ya varios sectores de izquierda se planteaban la reconstrucción del tejido social y la resistencia ideológica en espacios limitados pero reales, como pueden ser centros culturales o pequeñas iniciativas territoriales, pero, por lo general, todas ellas experiencias ligadas a la educación popular. Espacios en los cuales perfectamente podemos encontrar elementos libertarios pero, al no ver la necesidad de ampliar la perspectiva, de apostar a desarrollar ejes estratégicos que pudiesen ser nutridos en experiencias sociales más amplias -simplemente porque eran casi nulas-, no podían sino ser parte de la fragmentación y la desorientación generalizada del movimiento popular. Sin embargo los 90s quedaron atrás, el movimiento popular se rearma y las iniciativas sociales crecen cada vez más. Aún así los anarquistas, en su gran mayoría, siguen auto-exiliados. En ese caso es inevitable preguntarse ¿qué es lo que hay en el fondo de esto? En estas idas y venidas contra tales o cuales organizaciones, la necesidad de calificar y de andar repartiendo credenciales que acrediten lo más o menos anarquistas de unos o de otros, medido quizás con que vara (criterio que queda aún más cuestionado si consideramos que el desarrollo teórico del anarquismo, su marco histórico y estratégico, todos elementos necesarios para cualquier supuesta ortodoxia, brillan por su ausencia), en la negativas de varios ácratas a experiencias como el CUAC y los primeros años de la OCL, representa, en mi opinión una resistencia a la política como tal, una fraseología que sólo busca obstinadamente el conservar lecturas y posiciones que ya no soportan los hechos. Y es que la obstinación en los fragmentos de un proceso de masas transado a fines de los 80s era, en los noventa, efectiva resistencia pero, a la luz del nuevo panorama, sólo se revela como sectarismo y auto-marginación. En mi opinión, el predominio del insurreccionalismo o de la automarginación tiene que ver con eso: con la obstinación táctica de muchos libertarios que han hecho de estas organizaciones, formas determinadas de resistencia o insistencia, prácticas vacías y sin perspectivas estratégicas. Fetichización de los métodos al ver que la estrategia ya no puede ser la misma. Mera obstinación que hoy no puede sino aparecer como regresiva.

A diferencia de lo que pueden pensar muchos, el anarquismo siempre ha sido, más que un actitud, un programa, principios elementales que, nacidos de la experiencia obrera y popular, se ven como los únicos que pueden hacer posible un proceso revolucionario que logre superar definitivamente la sociedad de clases y el estado. En ese sentido, el anarquismo es, ante todo, lucha de clase, propuestas que encarnan dicho programa histórico y lo sitúan de forma transitiva en la realidad.

Tanto la plataforma como el manifiesto comunista libertario, el CUAC, los primeros años de OCL, FAU, FAG y una gran cantidad de experiencias y materiales teóricos, tan vapuleados -muchas veces de una forma gratuita, desinformada e infantil-, son sólo una actitud defensiva para seguir justificando la marginalidad y la autocomplacencia identitaria que ha caracterizado al anarquismo criollo en estos últimos 20 años. En vez de colocar sobre la mesa argumentos de peso que sean capaces de superar y re-elaborar las tácticas de intervención que permitan volver a incorporar al anarquismo en la experiencia efectiva del movimiento popular, se opta por actitudes obstinadas y hostiles, a manos de grupos reducidos y sectarios.

En mi opinión, los anarquistas que han optado por un anarquismo de clase, social, con aspiración a ser una alternativa de masas, deben profundizar sus perspectivas en el movimiento popular y buscar en su emergencia los espacios y situaciones que permitan compartir y contagiar el anarquismo tanto doctrinalmente como política y programáticamente, y es sólo a través de dicha experiencia como los libertarios podremos crecer y madurar como alternativa de clase y revolucionaria. Parafraseando a Bakunin: “Entre ambas tendencias antes indicadas ninguna conciliación es hoy posible. Sólo la práctica de la revolución social, grandes experiencias históricas nuevas, la lógica de los acontecimientos podrán llevarlas tarde o temprano a una solución común.” En decir, sólo el desarrollo de la lucha de clases, las prácticas concretas del movimiento popular, la experiencia, es la que podrá derribar las murallas que obstinadamente sostiene tantos compañeros hoy mayoritarios en número, pero reducidos en influencia. Mientras tanto, los que optamos por la construcción de masas debemos seguir, sin distracciones banales, su desarrollo, profundizando por un lado el debate teórico-programático (la autogestión como concepto, la democracia y acción directa como método, la necesidad y orientación de la organización especifica de los anarquistas, etc.) y, sobre todo, nuestras experiencia y reflexión política en conflictos efectivos, para así traducirlo en clave clasista, dejando ver en cada uno las contradicciones propias de la sociedad capitalista y creando y realizando propuestas concretas que puedan permitir avanzar en la construcción de una salida revolucionara de todos los trabajadores y sectores populares. Hoy, los anarquistas revolucionarios debemos estar más unidos que nunca, necesitamos compartir y sociabilizar nuestras experiencias diversas, que cruzan un sin fin de registros, necesitamos prácticas solidarias y clarificarnos mutuamente, necesitamos espacios comunes de encuentro y reflexión, pero por sobre todo, necesitamos apoyarnos en la experiencia de la lucha de clases diaria, en medio de las organizaciones o movimiento de masas.

Salud

Gabriel Rivas

Invierno 2009.

Notas:
(1) Diccionario de Psicoanálisis de j. Laplanche y J. B. Pontalis”, Pág 384, Paidós, Argentina, 2001
(2) “Por enemigo que sea de lo que en Francia llaman la disciplina, reconozco, sin embargo, que una cierta disciplina, no automática sino voluntaria y reflexionada, y que se adecue perfectamente con la libertad de los indivi¬duos sigue siendo y será siempre necesaria todas las veces que muchos individuos unidos libremente emprendan cualquier trabajo o acción colectiva. Esa disciplina no es entonces más que la concordancia voluntaria y reflexionada de todos los esfuerzos individuales hacia un ob¬jetivo común. En el momento de la acción, en medio de la lucha, se reparten naturalmente los papeles según las aptitudes de cada uno apreciadas y juzgadas por toda la colectividad: unos dirigen y ordenan, otros ejecutan las órdenes. Pero ninguna función se petrifica, no se fija ni queda irrevocablemente vinculada a ninguna persona. No existen el orden y el progreso jerárquico, de manera que el que ayer mandaba puede pasar a ser hoy subalterno. Ninguno se alza por encima de los demás o si se alza es sólo para caer instantes después, como las olas del mar, volviendo siempre al saludable nivel de la igualdad.” (Bakunin, cartas a un Frances, 1871)
(3) En verdad nada más contrario al anarquismo. Es cosa de leer un poco a Bakunin para darse cuenta: “Entonces, hace apenas un año, nos preparábamos para la revolución que esperábamos más pronto los unos, más tarde los otros; y ahora, digan lo que digan los cegatos, estamos en plena revolución. Entonces era absolutamente necesario mantener en alto la bandera de los principios teóricos, exponer altamente esos principios en toda su pureza para formar un partido, por poco numeroso que fuera, pero compuesto únicamente de hombres que estuvieran sincera, plena, apasionadamente entregados a estos principios, de modo que cada uno en tiempos de crisis pudiera contar con todos los demás. Ahora ya no se trata de reclutar. Hemos logra¬do formar, bien o mal, un pequeño partido: pequeño con respecto al número de los hombres que se adhieren a él con conocimiento de causa, inmenso con respecto a sus adherentes instintivos, con respecto a esas masas populares cuyas necesidades representa mejor que cualquier otro partido. Ahora hemos de embarcarnos todos juntos en el océano revolucionario y hemos de propagar nuestros principios no ya mediante palabras sino mediante hechos, ya que es la más popular, poderosa e irresistible de las propagandas. Callemos a veces nuestros principios cuando la política, o sea nuestra impotencia momentánea con respec¬to a una gran potencia contraria lo exija, pero seamos siempre implacablemente consecuentes en los hechos. Toda la salvación de la revolución reside en ello”. (Op. Cit.)

author by Ricardopublication date Thu Dec 10, 2009 13:55author address author phone Report this post to the editors

Excelente artículo, aunque un tanto díficl de digerir. Concuerdo con esta reactualización que realizas respecto al debate entre "plataformistas" y "síntetistas", que ya más bien se ha trasladado a otro plano, pero que mantiene el caracter de diferencia -por ahora irreconciliable- de posiciones ideólogicas en el seno del anarquismo. Pero mi problema con el sector marginalista es el siguiente, dices que son mayoría en número pero con escasa influencia, yo más bien observo que tienen una creciente influencia negativa, al estilo del terrorimso ruso ilustrado por Lenin, sobre el movimiento de masas, y sobre el movimiento anarquista mismo. Por tanto veo que la diferencia entre la influencia marginalista y la inflluencia del anarquismo social es que la primera es de caracter indirecta y negativa en el movimiento de masas, y la segunda -dependiendo de sus méritos- es directa y positiva, constructiva. Más allá de que esta influencia marginalista pueda ser motivo de la inflación mediatica, es ese creo uno de los rasgos del insurrecionalismo, la propaganda que les da el enemigo es su leit motiv.

Si en politica las posiciones ideologicas se traducen en acciones, o en justificar determinadas acciones o decisiones, veo que la ideologia infantil del marginalismo tiene todavia mucho futuro entre quienes estan -quizas eternamente- en una busqueda identitaria, que les da cierto aire de heroismo y romanticismo, que por cierto escasamente se encuentra levantandose todos los días temprano a trabajar a la empresa o la fabrica, y ver desde ahí "que puedo hacer". Lamentablemente soy bastante pesimista con el futuro del anarquismo, porque lo veo acompañado de un cáncer maligno, que lo carcome desde adentro y lo limita "hacia afuera", es decir hacia el movimiento de masas.

Saludos

 
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