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Rafael Barrett nuevo libro

category argentina/uruguay/paraguay | cultura | news report author Thursday October 09, 2008 02:56author by Editorial Madreselvaauthor email info at editorialmadreselva dot com dot ar Report this post to the editors

La Madreselva es aquella flor cuya planta trepa los muros buscando el sol
Ilustra nuestra cultura
Nos embriaga por la tarde con su perfume dulzón
Es poesía del tango
Cobijo de la madre tierra
Entraña de los sueños que afloran haciéndose palabra, pasado, presente y futuro.
Madreselva editorial en clave libertaria,
frente a las alternativas de mercado instalada en el satisfactorio lugar de la construcción de valores solidarios.
Colectivas y cooperativas nuestras prácticas desafían los tópicos del poder en la difusión de aquellas estéticas y pensamientos emancipatorios.
En la búsqueda de nuevas ideas destinadas a perdurar muchos años.
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A partir de ahora el combate será libre.
Escritos de Rafael Barrett.
Selección y estudio preliminar de Santiago Alba Rico.
ISBN 978-987-23777-2-4
Temática: Historia latinoamericana, anarquismo.
192 páginas.
Editorial Madreselva, julio 2008.
www.editorialmadreselva.com.ar
ventas@editorialmadreselva.com.ar



Rafael Barrett y la voluntad de siempre volver



Su aguda voz se sostiene —como la injusticia que denuncia— por sobre el paso del tiempo y de las modas, incluso las literarias. Y es su anarquismo el vientre en el que se gesta, nace y se universaliza la escritura de Rafael Barrett. Sus ensayos, conferencias y notas despliegan con ironía y certeza su ira y desprecio hacia los dueños de la tierra, las leyes y los Estados, ira que sin descuidar la labor pedagógica ni la estética literaria hizo de su palabra un azote de los poderosos.

Los textos que hoy presentamos no constituyen pues una novedad, más allá de la cuidadosa selección y del riguroso estudio preliminar de Santiago Alba Rico, sino un acto de justicia. Siempre hay que regresar a Barrett. Cada tanto los editores debemos prestar atención a estos textos que no deberían, como el pan de cada día, ausentarse en la lectura cotidiana.

Rafael Barrett (España 1876 – Francia 1910), hijo de familia aristocrática, partió de Madrid en 1902 tras el escándalo de un intento por batirse a duelo. Desembarcó en Buenos Aires. Comenzó a dedicarse al periodismo aunque nuevamente intenta acometer a duelo entonces sigue su estrella y en 1904 se instala en la ciudad de Asunción. Pudiendo disfrutar de los dividendos del capital familiar, en Paraguay se comprometió con la realidad de los mensúes, los pobres, los esclavos, los yerberos. Adoptó el Paraguay como a su cuna. Con el corazón en Asunción; entre Buenos Aires, el Mato Grosso brasileño y Montevideo, su compromiso político abrazó el anarquismo como ideología, desde donde trabajo con gusto exquisito la orfebrería de las palabras desde las barricadas.

Presa de una tuberculosis mortal partió a Europa en busca de sanación pero la muerte lo alcanzó en 1910. Tenía 34 breves años y suficiente combustible para la leyenda.

Rafael Barrett sólo publicó en vida, con muy buena recepción, “Moralidades actuales” en 1909. Al año siguiente de su muerte se dará a conocer “El dolor paraguayo”. El resto de su obra, dispersa en diversas publicaciones del Río de la Plata fue pacientemente compilada, re editada, difundida y recomendada con especial cariño generalmente por manos libertarias, para escándalo de los poderosos, más allá de las conveniencias del mercado editorial.

Rafael Barrett, la sombra en llamas


Por Santiago Alba Rico

(…) Barrett nació con veintisiete años y murió con siete. Es fácil emparentarlo en la imaginación con el Lord Jim de Conrad: un joven prometedor avergonzado por un error que nadie recuerda acaba haciendo el héroe en una selva lejana por pura cabezonería. Barrett disolvió en el Paraguay las “cosas malas” de su pasado madrileño, pero hay algo muy digno, y no sólo literariamente, en el itinerario de su fuga. En su selva, como en la de Lord Jim, había criaturas que defender y bellezas que enderezar. Francisco Corral tiene razón: Barrett llegó al Paraguay como un hombre de su época y con las marcas de su origen, muchas de ellas compartidas con los europeos –y españoles– de su generación: exaltación individualista, ideal del individuo superior, fetiches de la nación y la raza, elitismo intelectual, rebeldía puramente literaria. Pero todos estos rasgos que compartía con los intelectuales de su tiempo, todos estos valores recibidos de su tiempo, fueron a chocar contra una realidad de todos los tiempos, la miseria y el dolor, y en la vertiente –que él supo reconocer muy bien– propia de su tiempo, que sigue siendo, por desgracia, el nuestro. También, por supuesto, con su propia miseria, que le royó hasta los huesos y le fundió espiritualmente con los campesinos y los obreros, a los que acabó dirigiendo encendidas y elaboradas conferencias, al final de su vida, en salas semiclandestinas cerradas por la policía. Este choque, que lo convirtió en escritor, viró también su destino, hasta el punto de invertir casi geométricamente la trayectoria de los otros miembros de la generación del 98, a la que pertenecía por edad: mientras sus famosos coetáneos derivaban (salvo Valle y Machado) de la revolución a la reacción, Barrett comenzó rodeado de caballeros y acabó sólo querido por –casi– dinamiteros.

Santiago Alba Rico, filósofo, ensayista y traductor. Entre sus numerosas publicaciones se cuentan "Dejar de pensar", "Volver a pensar", "Las reglas del caos", "El islam jacobino", "Viva el mal, viva el capital" y "Viva la economía, viva la CIA". En 1995 fue finalista del premio Anagrama de Ensayo.

Han dicho de Barrett



Barrett nos enseñó a escribir a los escritores paraguayos de hoy; nos introdujo vertiginosamente en la luz rasante y al mismo tiempo nebulosa, casi fantasmagórica, de la ‘realidad que delira’ de sus mitos y contramitos históricos, sociales y culturalesAugusto Roa Bastos

Ya que tratamos temas literarios te pregunto si no conoces un gran escritor, Rafael Barrett, espíritu libre y audaz. Con lágrimas en los ojos y de rodillas te ruego que cuando tengas un nacional o dos que gastar, vayas derecho a lo de Mendesky –o a cualquier librería– y le pidas al dependiente que te salga al encuentro un ejemplar de 'Mirando la Vida' de este autor (…) Es un libro genialJorge Luís Borges
Barrett era anarquista, era socialista, era revolucionario, pero no era un hombre violento. O mejor, tal vez lo era, y mucho, pero por eso mismo, como Tolstoi, odiaba la violencia con todo su corazón. La palabra “amor”, la palabra “santo”, la vecindad de su cara con la de Jesús aparecen en todos los testimonios de quienes lo conocieron. El poeta Elvio Romero lo ha visto mejor que nadie: sólo dos hombres fueron llamados apóstoles en nuestra América. Martí y BarrettAbelardo Castillo

(…) uno de los escritores paraguayos de todos los tiempos y una figura emblemática de la cultura paraguaya, probablemente la mayor de todas, el paraguayo más paraguayo de todos. Rafael Barrett, hijo de padre inglés y madre española, educado en Francia, llega a Paraguay cuando era un hombre hecho y derecho, anarquista fervoroso, pasa en ese país seis años de su vida, la mayor parte de ese tiempo preso por actividades subversivas, después lo mandan al exilio, nunca más puede volver, y él como repito, era el más paraguayo de todos porque descubrió que era paraguayoEduardo Galeano

Ha enaltecido usted la crónica, sin quitarle amenidad ni sencillez. La ha dignificado usted por el pensamiento, por la sensibilidad y por el estilo. Hay cronistas de fama europea que, escribiendo fuera del bulevar, no tendrían nada interesante que decir a nadie, y que, aun escribiendo desde el bulevar, son incapaces de comunicar a una página más que el interés de la novedad que cuentan y comentan. Usted escribe desde una aldea de los trópicos, y para el público de Montevideo, y, devolviendo en impresión personal los ecos tardíos de lo que pasa en el mundo, produce cosas capaces de interesar en todas partes y siempre porque tienen una soberbia fuerza de personalidadJosé Enrique Rodó

Yo me encontré con Barrett en el que fue el momento crucial de su vida. Seguro estoy de que si ha llegado a ser una figura en la historia de América lo debe a aquella horaRamiro de Maetzu

Mi hermano leía ávida y desordenadamente, como yo, desde la niñez. Citaba a menudo a Quevedo, el de El buscón, a Dickens, Chéjov, Bret Harte, Gorki, el Payró de El casamiento de Laucha, (…) a Rafael Barrett, ZolaEnrique González Tuñón

Yo tenía 16 años y andaba agitando, era activista de la FORA y me tenía subyugado Rafael BarrettPepe Quintana (Diario Critica)

Yunque, Guijarro y Castelnuovo rescataron a Rafael Barrett (1876-1910), intentando situarlo como el antecedente mas legítimo del grupo de BoedoDavid Viñas

Aunque no prosperó, en el año 2000 se presentó un proyecto de ley en la Legislatura de la ciudad Autónoma de Buenos Aires para denominar Paseo Rafael Barrett a un espacio verde a designar de la ciudad que fue vuelto a presentar infructuosamente en 2003.

Rafael Barrett


BUENOS AIRES



El amanecer, la tristeza infinita de los primeros espectros verdosos, enormes, sin forma, que se pegan a las altas y sombrías fachadas de la avenida de Mayo; la vuelta al dolor, la claridad lenta en la llovizna fría y pegajosa que desciende de la inmensidad gris; el cansancio incurable, saliendo crispado y lívido del sueño, del pedazo de muerte con que nos aliviamos un minuto; el húmedo asfalto, interminable, reluciente, el espejo donde todo resbala y huye, los muros mojados y lustrosos, la gran calle pétrea, sudando su indiferencia helada; la soledad donde todavía duermen pozos de tiniebla, donde ya empieza a gusanear el hombre...

Chiquillos extenuados, descalzos, medio desnudos, con el hambre y la ciencia de la vida retratados en sus rostros graves, corren sin aliento, cargados de Prensas, corren, débiles bestias espoleadas, a distribuir por la ciudad del egoísmo la palabra hipócrita de la democracia y del progreso, alimentada con anuncios de rematadores. Pasan obreros envejecidos y callosos, la herramienta a la espalda. Son machos fuertes y siniestros, duros a la intemperie y al látigo. Hay en sus ojos un odio tenaz y sarcástico que no se marcha jamás. La mañana se empina poco a poco, y descubre cosas sórdidas y sucias amodorradas en los umbrales, contra el quicio de las puertas. Los mendigos espantan a las ratas y hozan en los montones de inmundicias. Una población harapienta surge del abismo, y vaga y roe al pie de los palacios unidos los unos a los otros en la larga perspectiva, gigantescos, mudos, cerrados de arriba abajo, inatacables, inaccesibles.

Allí están guardados los restos del festín de anoche: la pechuga trufada que deshace su pulpa exquisita en el plato de China, el champaña que abandona su baño polar para hervir relámpagos de oro en el tallado cristal de Bohemia. Allí descansan en nidos de tibios terciopelos las esmeraldas y los diamantes; allí reposa la ociosidad y sueña la lujuria, acariciadas por el hilo de Holanda y las sedas de Oriente y los encajes de Inglaterra; allí se ocultan las delicias y los tesoros todos del mundo. Allí, a un palmo de distancia, palpita la felicidad. Fuera de allí, el horror y la rabia, el desierto y la sed, el miedo y la angustia y el suicidio anónimo.

Un viejo se acercó despacio a mi portal. Venía oblicuamente, escudriñando el suelo. Un gorro pesado, informe, le cubría, como una costra, el cráneo tiñoso. La piel de la cara era fina y repugnante. La nariz abultada, roja, chorreante, asomaba sobre una bufanda grasienta y endurecida. Ropa sin nombre, trozos recosidos atados con cuerdas al cuerpo miserable peleaban con el invierno. Los pies parecían envueltos en un barro indestructible. Se deslizó hasta mí; no pidió limosna. Vio una lata donde se había arrojado la basura del día, y sacando un gancho comenzó a revolver los desperdicios que despedían un hedor mortal. Contemplé aquellas manos bien dibujadas, en que sonreía aún el reflejo de la juventud y de la inteligencia; contemplé aquellos párpados de bordes sanguinolentos, entre los cuales vacilaba el pálido azul de las pupilas, un azul de témpano, un azul enfermo, extrahumano, fatídico. El viejo –si lo era– encontró algo... una carnaza a medio quemar, a medio mascar, manchada con la saliva de algún perro. Las manos la tomaron cuidadosamente. El desdichado se alejó... Creí observar, adivinar... que su apetito no esperaba...

¡También América! Sentí la infamia de la especie en mis entrañas. Sentí la ira implacable subir a mis sienes, morder mis brazos. Sentí que la única manera de ser bueno es ser feroz, que el incendio y la matanza son la verdad, que hay que mudar la sangre de los odres podridos. Comprendí, en aquel instante, la grandeza del gesto anarquista, y admiré el júbilo magnífico con que la dinamita atruena y raja el vil hormiguero humano.

Texto presente en A partir de ahora el combate será libre.


Indice



Rafael Barrett, la sombra en llamas, por Santiago Alba Rico

A partir de ahora el combate será libre

Deudas
Vagancia
Nerón filántropo
Los niños se mueren
El estilo
Generalidades
Rockefeller
Vivisecciones
La patria y la escuela
Gallinas
Razas inferiores
La rehabilitación del trabajo
Noticias de Leopoldo
La ruleta
Las máquinas de matar
La cortesía
La caridad
Nuestro programa
El arreo al cuartel
La lucha social
Jueces
La pluma
Un monstruo
La nodriza del infante
Marruecos
El bandido generoso
Fecundidad
Lotería
Buenos Aires
El robo
La conquista de Inglaterra
La justicia
El loco
El derecho a la huelga
Marcar el paso
Insubordinación
Mi anarquismo
Más allá del patriotismo
El antipatriotismo
La violencia
Energías perdidas
La cuestión social
El progreso
La tierra
La huelga
El problema sexual

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